PIRINEGOCIO (I)
Entre Jaca y Villanúa se ha desarrollado a lo largo de la carretera una especie de extraña ciudad lineal que viene a ser el gran paradigma de cómo el Pirineo aragonés está siendo desarrollado urbanísticamente de acuerdo con los peores modelos mediterráneos. Pero en medio de ese valle arruinado todavía quedaba, como una isla verde, la aldea de Aruej, con su iglesia románica y su torreón, sus praderas y su monte. Mas ahora resulta que también ese lugar va a ser construido a tope.
Los propietarios del citado terreno han logrado que el Ayuntamiento de Villanúa apruebe un plan parcial y acepte un convenio ad hoc que no solo permitirán edificar en lo que hoy es la aldea propiamente dicha (77 viviendas, un hotel y otros equipamientos, con una densidad superior a la del centro de Jaca), sino también en los prados circundantes, donde irán otras 292 viviendas y más servicios. Gente que conoce el tema me ha indicado que la operación está trucada para multiplicar el volumen de edificabilidad burlando incluso las Directrices Parciales para la Ordenación del Pirineo. El Ayuntamiento de Villanúa, que ya puso en marcha tres mil viviendas y ahora se lanza a por otras tres mil más (para un pueblo cuyos residentes habituales no son más de doscientos cincuenta), no va a respetar el oasis de Aruej ni su paisaje ni sus recursos medioambientales ni nada de nada. Y todo por una retribución de menos de dos millones de euros. El chocolate del loro en un pelotazo que producirá beneficios de varias decenas de millones.
Así es como el Pirineo está siendo sometido a un proceso de degradación irreversible; un proceso en el que las instituciones no son simples cómplices sino parte activa del desmán. Y todo en nombre de un negocio que mueve mucho dinero ahora pero hipoteca el futuro y transfiere sus pingües ganancias fuera de la montaña. Este falso desarrollo ha alcanzado ya proporciones de desastre.
PIRINEGOCIO (II)
Lo más triste de lo que pasa en este Pirineo sin Ley (el presidente Iglesias la prometió, pero luego se ha olvidado de ella) es que su actual modelo de desarrollo no es sino el fruto de la falta de ideas y de la pereza. Se ha optado por una brutal expansión inmobiliaria porque genera un cash flow impresionante y unos beneficios tan rápidos como extraordinarios sin tener que estrujarse la mollera ni nada parecido: te recalifican y ya está. Por supuesto nadie contabiliza el coste medioambiental y paisajístico, que es inmenso. La cosa ha llegado a tal punto que el Gobierno de Aragón plantea ahora a los constructores la obligatoriedad de ubicar adecuadamente los escombros que generan. Sin embargo, el mismo Gobierno no se ha impuesto a sí mismo obligación alguna respecto al masivo vertido de materiales que la empresa Aramón (donde la DGA va a medias con Ibercaja) llevó a cabo en el cauce primigenio del Gállego cuando amplió Formigal por Espelunciecha (otra chapuza de padre y muy señor mío).
Así estamos. En todos los valles se compra y se vende suelo. Aramón oficializa con sus proyectos de esquí extensivo y ahora sus campos de golf ese disparate que es el Pirinegocio. Los alcaldes recalifican a mansalva. Y la sombra de la sospecha se extiende por doquier pues, si no tuvieran seguridad de que los ayuntamientos están en el bote de la recalificación, ¿cómo podrían los promotores pagar por suelos rústicos, montes y eriales esos doscientos cuarenta mil euros por hectárea?
Donde haces una cata salen cosas más bien feas. ¿Recuerdan el caso que les conté de ese chalet en Escarrilla sobre el cual se había acostado por sorpresa un bloque de apartamentos? Pues ahora resulta que el juez ha parado la construcción del mentado bloque y las investigaciones más básicas muestran que su licencia (concedida por el ayuntamiento de Sallent de Gállego) está llena de irregularidades. Cosas del Pirinegocio. Nos están robando el territorio.