Del proyecto nada se puede decir porque no existe, salvo la peculiar idea de presentarlo por una especie de Unión Temporal de Empresas constituida por Jaca, Huesca y Zaragoza. Una vez más vemos como nuestros gobernantes se embarcan en este tipo de empresas, de gran calado geopolítico-estratégico, sin el mínimo estudio previo ni valoración de los posibles costes y beneficios. Es como si necesitasen de las grandes obras para suplir su incapacidad de gestión en lo cotidiano.
Pero aun más preocupante es la insistencia de Marcelino Iglesias en adelgazar el espacio público. Para el presidente del Gobierno, el Pirineo tiene derecho a realizar unos Juegos de Invierno, igual que los Monegros a que se instale Gran Scala o los habitantes de Castanesa a hacer una urbanización de 3.000 viviendas. Esta argumentación es tramposa porque todas estas obras necesitan inversión pública pero, obviando este pequeño detalle, ¿qué concepto tiene Iglesias de lo público? ¿Pueden decidir los habitantes de Garoña sobre la continuidad de la central nuclear? ¿Pueden los de Gallocanta desecar la laguna si quieren? Si algo debemos mantener en estos momentos de dispersión e individualismo es el espacio público, los ámbitos en los que, desde la diversidad, se diseñen proyectos comunes y se afronten los grandes retos del planeta. Nada que ver con el cantonalismo al que nos conducen los criterios de Iglesias.