El escándalo que ha saltado en La Muela en los últimos días es, ni más ni menos, que el reflejo de la sociedad que estamos generando. Resulta sonrojante ver en un noticiario nacional a una de las vecinas del pueblo diciendo frases como «todos roban» o «si estuviéramos en su lugar todos cogeríamos algo». Mire señora, yo no.
Estamos ante una dinámica en la que si algo no resulta un negocio en el que forrarse al instante no sirve. Palabras como sostenible, equilibrado, justo están fuera de lugar. En este Aragón nuestro, actividades tan aparentemente loables como la energía eólica solo nos llevan a chanchullos como el de La Muela. Eso sí los vecinos a los que les subvencionan los viajes al Caribe tan contentos. Qué pena.
Si hacemos de nuestro Pirineo un paraíso de los remontes y el hormigón. Nadie se para a pensar que estamos hipotecando uno de nuestros mayores tesoros, la montaña, que cuando esté completamente urbanizada y junte un par de años malos de nieve no será más que un espantoso desierto de cemento. Al tiempo.
Y por último el gran legado que el binomio Iglesias-Biel quiere dejar para Aragón: Gran Scala. Es decir, convertir un territorio con tantos siglos de historia e innumerables recursos naturales, culturales y logísticos por su situación estratégica, habitado por un pueblo tradicionalmente noble y trabajador , en un referente europeo del juego, la prostitución y la droga. Porque no nos engañemos eso es Las Vegas.
¿Es ese el Aragón que queremos dejar a las próximas generaciones?