A pesar del intenso frío y el gélido viento, una columna de más de ochenta personas iniciaron a las ocho de la mañana la ascensión al Anayet. Y unas horas después, la mayor parte de esa columna alcanzaba la cima (algunos se quedaron disfrutando del maravilloso paisaje de los Ibones del Anayet). Pero si la parte final de la ascensión expandió el alma de los participantes, disfrutando del paisaje, de las manadas de sarrios, de las juguetonas marmotas, de las bellas flores en la verde pradera… la parte inicial encogió los corazones: una valla de Aramón cierra el paso al camino del Anayet, ¡¡la GR-11 pirenaica queda interrumpida!! hay que rodear vallas, socavones, descomunales máquinas, voladuras con dinamita… para poder pasar y reencontrar la senda que asciende al Anayet. Los ganaderos de la zona, que utilizaban esas praderas, han tenido, impotentes, que retirar sus vacas y alejarlas montaña arriba para que no sufran accidentes. Desde arriba, las obras parecen como un cáncer que se va expandiendo y exterminando el paisaje de montaña: acero y hormigón entierran la vida de la montaña.
Esta última ascensión era obligada. Con la llegada el sábado a Escarrilla, punto del que partió la Travesía hace una semana (4 julio), se completaba un círculo alrededor del macizo del Anayet. Y con esta última etapa se quería alcanzar el «centro» de ese círculo. Imaginariamente, se quería que la Travesía se levantara por encima de las obras y, una vez superadas, recuperar la esperanza en que el diálogo y la racionalidad colectiva se pueden imponer como medio para decidir el futuro de nuestras montañas, frente al modelo actual en el que el dinero de la especulación urbanística es el que decide como debe transformase el paisaje de montaña. Con esa esperanza se quiso poner el colofón a esta Travesía: que todas las «Espelunciechas» sigan siendo patrimonio natural y cultural de todos.
Una vez finalizada la Travesía Internacional en Defensa de las Montañas, organizada por la Plataforma en Defensa de las Montañas de Aragón, quedan numerosas conclusiones y detalles en la memoria, que podemos ir desgranando próximamente. Pero a modo de principales impresiones, se puede recordar el tremendo contraste que supuso dejar atrás Espelunciecha (zona de obras) y cruzar la frontera francesa para encontrarnos con un cartel que nos indicaba que entrábamos en el Parque Nacional de los Pirineos, máxima figura de protección (desde dentro del Parque Nacional todavía se veían las columnas de polvo de las máquinas trabajando en la parte aragonesa, como una amenaza cercana). Esa amenaza preocupaba en Francia, donde veían que la desmedida urbanización de la montaña podía afectar negativamente su espacio protegido. Ya en España de nuevo, la Travesía fue atravesando localidades por la Jacetania y el valle de Tena. Por un lado, nuevos contrastes, recorridos como el Camino de Santiago o la Ruta del Serrablo permanecían casi olvidados, sin inversiones, cuando habíamos visto millones de dinero público invertido en las obras de urbanización de Espelunciecha (que contraste con la maravillosa zona de acampada pública de Urdós, en la vertiente francesa, donde el peregrino puede descansar antes de iniciar el duro paso del Somport). Por otro lado, la opinión generalizada entre los habitantes de los valles de que esto hay que regularlo, no se puede seguir urbanizando sin límite, acabando con la «gallina de los huevos de oro» que supone el paisaje de montaña, y con escasos rendimientos para los habitantes (ahora todos los jóvenes se van del valle porque no tienen dinero para comprarse una casa, yo mismo pago de contribución más que los de Zaragoza, nos decía con amargura un vecino de Canfranc; y el propio alcalde de Sallent de Gállego se vanagloria orgulloso de que en su pueblo cuesta más un piso que en el Paseo Independencia de Zaragoza).
Toda esta Travesía ha sido un eslabón de la campaña DM (Defensa Montañas, Diálogo Moratoria) promovida por la Plataforma en Defensa de las Montañas de Aragón. Puesto un eslabón, se inicia otro, y el próximo 13 de julio representantes de la Plataforma se trasladarán a Bruselas para iniciar contactos con los organismos europeos correspondientes para solicitar la protección del paisaje de montaña aragonés frente a la barbarie urbanística de Aramón (Ibercaja y Gobierno de Aragón).