Después de tres temporadas con el tiempo a favor, la escasez de nieve y las temperaturas altas han vuelto a los complejos de esquí del Pirineo catalán y con ellas el recuerdo de una asignatura pendiente llamada diversificación y desestacionalización de la actividad. Una apurada Espot (Pallars Sobirà) está ofreciendo a sus clientes propuestas sin esquís como excursiones guiadas, paseos en bici o visitas a museos, pero no es solo eso. Con este panorama y en un escenario de cambio climático, la Diputación de Lleida ha reabierto un debate que ya surgió en otras campañas de penuria y en el que las grandes estaciones no entran por su apuesta por la nieve artificial y del que las pequeñas se olvidan con una nevada intensa.
«NADIE DA EL PASO» / La idea tiene compradores. Por ejemplo, Toni Sanmartí, director de la empresa pública Ski Pallars (Port Ainé y Espot), ya tiene una lista de las iniciativas a imitar. Pistas de patinaje, circuitos para trineos, espacios peatonales, tiendas y piscinas cubiertas son algunas.
Pero el cambio de rumbo no será fácil. El presidente de la Federación de Hostelería de Lleida, Juan Antonio Serrano, considera que buenas intenciones tiene todo el mundo: «Todos pensamos que habría que convertir las estaciones de esquí en estaciones de montaña, pero nadie da el paso. El papel lo aguanta todo pero la realidad es compleja. En los Alpes las estaciones están en pueblos y a las de aquí se llega en coche».
Para la Asociación Catalana de Estaciones de Esquí y Actividades de Montaña (Acem) la falta de nevadas se combate con mucha agua acumulada para producir mucha nieve en poco tiempo. Su director, Joaquim Alsina, insite en que cualquier otra actividad que se pueda hacer genera menos dinero que el esquí.
Como Alsina piensa el portavoz de Vaquèira-Beret (Vall d’Aran), Roberto Buil: «Ninguna otra actividad puede reunir a 20.000 personas en un día», alega. Vaquèira, que abrió el 20 de diciembre en lugar del 26 de noviembre como pretendía, ha destinado este año tres millones a un lago en Orri y 59 cañones.
Tampoco entran otros planes en Boí Taül (Alta Ribagorça), con más nieve por partir de una cota más alta. «Tiene que ser un año muy malo para que tengamos problemas. Si en lugar de uno fueran tres o cuatro seguidos quizá tendríamos que pensar en montar tirolinas o tiovivos», opina su director, Joan Alabau.
Port del Comte (Solsonès) sí empieza a pensar en un plan B. «Si el cambio climático se acelera, tendremos que enfocar el negocio hacia otra cosa», apunta su director, Ricard Ustrell, precisando que de momento su filosofía es nieve del cielo o de la estación. «Toda la que tenemos la hemos hecho nosotros», presume.
VIVA LA TECNOLOGÍA / El blanco escasea en las pistas de Girona, pero sus responsables no creen que sea una tendencia y, en todo caso, esgrimen que la tecnología les permite fabricar nieve en poco tiempo. «Tenemos el 60% de las pistas abiertas y no ha nevado», alardea la directora comercial de Masella (Cerdanya), Maite Martí.
Aunque la oferta invernal alternativa al esquí casi no existe, en todas las estaciones de Girona se cuida, cada vez más, el turismo de primavera y verano. La que más, La Molina (Cerdanya), que el año pasado recibió 30.000 visitantes fuera de la temporada de esquí y ofrece un catálogo con más de 20 propuestas, como buceo en altura, quads o bicicleta todo terreno.