La actual presión inmobiliaria agotará el suelo urbanizable del pirineo en seis años

El sector inmobiliario sigue creciendo con pujanza en Aragón. Mientras en algunas Autonomías, como Madrid, Baleares o Canarias, se empieza a notar un suave descenso en las cifras relativas de la construcción, el fuerte tirón del área metropolitana de Zaragoza y de las comarcas pirenaicas (también, en menor medida, en las sierras turolenses) hace que la Comunidad, según el pulsímetro inmobiliario del Instituto de Práctica Empresarial (IPE), se sitúe este año como la quinta de mayor crecimiento porcentual en proyectos visados por colegios de arquitectos respecto a 2005.

La previsión del IPE para el actual ejercicio es que en Aragón se visen 19.437 proyectos de construcción, un 10,12% más que el pasado año. De esas iniciativas de construcción, alrededor de cuatro mil están planteadas en diferentes zonas del Pirineo, según estimaciones de los responsables de la dirección general de Urbanismo de la DGA, ya que todavía no existe una sistematización estadística supramunicipal que permita una contabilidad más precisa en el sector.

Los mismos responsables de Urbanismo señalan que «con el ritmo actual de promociones inmobiliarias, es previsible que el suelo urbanizable actualmente disponible en el Pirineo se agote en unos seis o siete años».

Aunque se admite que la presión constructiva es fuerte, también se afirma que se trata de una actividad «a años luz» de lo que está ocurriendo en la costa mediterránea, donde los porcentajes de ocupación del territorio son en algunos puntos completamente desmedidos.

Un equilibrio difícil

Sin embargo, es también evidente que a mayor valor ambiental y paisajístico se incrementa la presión inmobiliaria y se multiplican los proyectos de construcción. El mapa del auge constructivo se concentra en los grandes ejes de comunicación y en las zonas donde existe un especial atractivo natural, sobre todo si están en relación con una estación de esquí.

El aumento de la construcción, estrechamente ligado al incremento de la actividad turística, conlleva beneficios notables para las comarcas pirenaicas, pero también presenta importantes dilemas y riesgos para un territorio donde el equilibrio en el binomio desarrollo/conservación es obligado para garantizar el futuro a largo plazo.

A los problemas de impacto ambiental y paisajístico se suman los de sostenibilidad, ya que las nuevas residencias obligan a desarrollar y extender los servicios y recursos, y el encarecimiento del precio de la vivienda. En este último sentido, resulta perfectamente constatable ese crecimiento progresivo de los precios en la última década hasta alcanzar y superar cifras que sólo se daban en la capital aragonesa.

Ése es uno de los efectos perversos de la presión inmobiliaria, motivada en gran medida por el fenómeno de la segunda residencia, que más perjudica a los habitantes pirenaicos, especialmente a quienes desean acceder a una primera vivienda.

Y eso a pesar de que la oferta resulta más que amplia. Así se afirma, por lo menos, en algunos análisis, como un estudio elaborado por Izquierda Unida donde se concluye que el ritmo de construcción en el Pirineo es de veinte viviendas por cada nuevo habitante. La ratio es hasta de 25 a uno en algunas zonas de Jacetania, según se cita en el informe sobre el esquí alpino y el urbanismo presentado el pasado mes de junio por la Plataforma en Defensa de las Montañas de Aragón.

Esquí y golf

Tradicionalmente, el desarrollo urbanístico en las zonas de montaña ha estado ligado a las estaciones de esquí. Desde la misma planificación de éstas, a principios de los años sesenta, se ha buscado financiar su construcción y posteriores actuaciones con la construcción de urbanizaciones.

Son palpables las diferencias existentes entre las zonas donde hay centros invernales y las que carecen de ellos. Ocurre tanto entre comarcas (Sobrarbe, sin pistas de esquí, presenta características y desarrollos distintos de Alto Gállego o Jacetania, por ejemplo) como en áreas dentro de la misma delimitación comarcal (como ocurre, por ejemplo, con Jaca y los valles orientales o entre el valle de Benasque y el resto de la Ribagorza).

Al peso de la iniciativa privada se ha unido en los últimos años la presencia de la empresa Montañas de Aragón (Aramón), participada por DGA e Ibercaja, que maneja, en convenio con varios Ayuntamientos, proyectos urbanísticos de mucho calado con los que se plantea financiar ambiciosas modernizaciones y ampliaciones de centros de esquí. Aramón, aunque tiene en cartera esos proyectos urbanísticos, sin promover todavía las viviendas previstas, ha desembolsado ya alrededor de 120 millones de euros en la mejora de sus cinco estaciones: Formigal, Cerler, Panticosa, Valdelinares y Javalambre.

El fenómeno del golf también aparece en las últimas fechas con fuerza en el Pirineo. Son varios los proyectos, privados y de Aramón, que lo ofrecen como complemento al esquí.

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