Hay al menos veintinueve millones seiscientas una mil setecientas seis razones para que aramón no liquide de una maldita vez el proyecto de la ampliación de cerler por castanesa

Hay al menos veintinueve millones seiscientas una mil setecientas seis razones para que Aramón no liquide de una maldita vez el proyecto de la ampliación de Cerler por Castanesa. Políticamente es un asunto muerto, era un proyecto personal de Marcelino Iglesias y a estas alturas en Aragón, ni está, ni se le espera. El PP presiona para que el escaso dinero público vaya a parar a su área de influencia y mamoneo, situado por la zona de Jaca, la tramposa y estúpida unión de estaciones, con muchos más votos peperos y más población que el norte de la ribagorza que es la última posesión de un socialismo aragonés completamente quebrado.
Una vez que la ampliación ha perdido todo su empuje político (económico no tenía ninguno) queda un problema por resolver: qué hacer con los restos del naufragio, entre otros el de Castanesa Nieve, una empresa 100% de Aramón cuyas cuentas públicas hemos pedido al registro mercantil; 75 eurazos y dos paseos mañaneros en Zaragoza. Las cuentas son unos números muy aburridos, sin morbo ni misterios gozosos, un rosario de cifras sin literatura, sin capítulos que digan: tanto para el Señor Foster, tanto para este otro arquitecto oscense, tanto para esta consultora, tanto para “gastos de representación”… (¡somos el negocio de la nieve, señores!). Pues no, todo es muy soso: Castanesa Nieve esta valorada en 29.631.716 euros, lo debe todo. De ese dinero, debe unos 8 millones a Aramón y el resto son créditos de los bancos a largo y corto plazo, cuyos intereses son aproximadamente de 1,5 millones de euros anuales; la sociedad carece de ingresos, ni nada que vender porque para que sus 50 hectáreas de solares puedan edificarse necesita construir previamente una estación de esquí presupuestada en 200 millones de euros y que el gobierno de PP-PAR la acabe de aprobar, cosa que no consiguieron con el PSOE-PAR. En Benasque, donde veían este negocio con recelo, ahora son activos enemigos por razones evidentes de crisis y clientela. En fin, que el señor Bono pegaría, feliz, una patada a la estufa y la tiraría gustoso al contenedor de reciclado de los vidrios rotos si no fuera por un problema: cuando quieran salir del “restaurante” alguien va a tener que pagar cinco años de barra libre, en este momento más de 30 millones de euros que siguen contando como activo en el balance de Aramón hasta que decidan liquidar la sociedad y abandonar el garito donde les cobran 1´5 millones anuales de euros por no comer nada.
Visualicen la película: cincuenta tíos silbando y mirando al cielo, hartos de cansancio y de sueño, esperando al primer valiente que diga: -¿Y si pagamos esta cuenta que no para de crecer y nos vamos? Pues bien, estamos esperando a ese valiente o a que los bancos dueños del restaurante les echen a patadas. Les iban a echar a patadas ahora en enero pero han conseguido gracias a uno de los que están encerrados en el restaurante, Señor Bono, que la DGA e Ibercaja pongan 12 millones de euros, lo llaman aval pero quieren decir sexo, para pagar al menos las últimas consumiciones mientras se pasa la crisis ( que se va a pasar ya, en un ratito, je, je) y venden el solar de Cerler y los de Castanesa a tal precio que los camareros de los bancos les dejan salir del local sin molerlos a palos y vuelven nuevamente los días de vino y rosas .
Si hubiera gentes recias y honestas en este gobierno, y en Aramón, tendrían que aceptar como fallida la empresa Castanesa Nieve, asumir sus perdidas, treinta millones irrecuperables, y a partir de ahí ver qué se puede hacer con su ingente deuda y redactar un plan creíble de equilibrio financiero. Pero mientras papá y mamá DGA e Ibercaja vayan escondiendo y pagando los desastres y las cuentas del hijo pijo, toxicómano y desmadrado, (dos ferraris estrellados, cuatro chalés embargados y cinco exmujeres que mantener, viene todo en Salsa Rosa), nada que hacer, el hijo sigue esquiando feliz por el mundo. A nosotros, como ya lo hemos denunciado mil veces sin que nos hagan caso, solo nos queda mirar la bola de nieve que crece y crece, y en su descontrolado rodar se va llevando un trozo de la sanidad, otro de la educación, otro de la ley de dependencia, otro… Y lo que resulta más duro para la vanidad, es que cuando todo esto acabe, en la debacle final, los sinvergüenzas dirán que no se podía prever y que nadie dijo nada.

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