Santiago Sagaste, ferretero de profesión, es uno de los mejores ochomilistas de Aragón El escalador ejeano ya ha subido el Gasherbrum II y el Shisha Pangma.
R. MARTÍ
Santiago Sagaste es una persona peculiar. Es el mejor himalayista aragonés, solo por detrás de Carlos Pauner. Al ejeano le gusta ir por libre, lejos de la parafernalia que rodea al escalador de Montañeros de Aragón. «Disfruto con lo que hago. Intento divertirme en el lugar que más me gusta». Conoce los Alpes, los Andes y el Himalaya. «Mientras pueda físicamente y el bolsillo me lo permita, iré al Nepal».
Pertenece al Club de Montaña Exea, tiene 33 años y va al Himalaya sin ayuda de las empresas y las instituciones. «Se genera muchísima presión en ese entorno si vas con ayudas. Una vez que estás en la montaña, tienes que cumplir los objetivos para justificar las subvenciones. No me juego la vida por ese dinero», dice.
Sagaste ha subido el Gasherbrum II (8.035 metros) y el Shisha Pangma (8.046 metros). «Esta última actividad fue una de las más completas que se han hecho en Aragón. Subir 2.000 metros de pared en alpino en un ochomil, a la velocidad que lo hicimos, es de los retos más importantes». El año pasado abrió una vía nueva en el Kamg-Yaze de 6.400 metros y situado en la Cachemira Hindú.
Piensa que el montañismo aragonés está demasiado centralizado en Pauner. «Yo creo que los catorce ochomiles se deberían repartir entre varias personas y sería una forma de diversificar ese dinero centrado en Pauner. Se genera mucha presión sobre él».
Deportista comprometido
Sagaste es un montañero comprometido y desearía que se siguiera otra política en el desarrollo turístico del Pirineo. «Se debería haber sacado adelante la Ley del Pirineo. La Plataforma de la Defensa de las Montañas reunió muchas firmas en apoyo de la iniciativa, pero la DGA rechazó directamente la iniciativa». Cree que en el Pirineo se actúa a la tremenda. «Aramón e Ibercaja están metiendo mucho dinero y no lo plantean bien. El fondo de todo no es más que la especulación inmobiliaria. El Sobrarbe sobrevive tan bien como el Valle de Tena y nos lo están destrozando. Lo de Formigal ha sido un desastre. Si fuera con dinero privado, a alguno le hubieran cortado la cabeza. Pero lo pagaremos entre todos y a callar».
Se formó como deportista practicando rugby en Ejea a los 14 años. «Este deporte genera un gran espíritu de amistad. El equipo son mis compañeros». Tiene muy claro que si tiene que elegir entre el montañismo y el rugby, se queda con el primero. «Más que nada porque es un deporte individual. No necesito más entorno que la montaña. Al profesionalizarse el rugby a nivel internacional, ese espíritu se transmitió a niveles regionales»
Sagaste jugó diez años de medio melée, apertura y zagero. «Era rápido y duro, pero no reñidor», dice. Es tan forofo del deporte del balón ovalado que ha visto en directo partidos del Torneo de las Siete Naciones. «He visto un Francia-Inglaterra en el Stade de France. Antes de entrar al campo ambas aficiones toman cervezas juntos y en la grada no hay ni un roce». Hincha de Francia y Nueva Zelanda, piensa que otros deportes deberían aprender del rugby. «Los problemas se arreglan en el campo. No fuera de él», afirma.
Ejea es una de las localidades más grandes de Aragón. Sagaste piensa que la juventud debería practicar más deporte. «Yo empecé a jugar a rugby en campos de tierra. Quitabamos las piedras del campo, conseguimos un terreno de hierba y, como los jóvenes lo han visto todo hecho, no luchan por nada. No les entiendo, puesto que no veo que se den cuenta que hacer deporte es bueno. Lo tienen todo demasiado fácil y no saben lo que es luchar. Solo les estimula el tunning del coche y salir el sábado», indica el himalayista.