El cambio climático eleva la temperatura media del pirineo 0,2 grados cada década

La primera investigación conjunta del clima de los Pirineos con datos de España, Francia y Andorra ha constatado que la temperatura que se registra en esta cordillera también está aumentando por el cambio climático. En concreto, el estudio ha concluido que se ha producido un crecimiento de 0,2 grados cada década desde los sesenta, con lo que se está hablando de un acumulado de 1 grado desde entonces. «Había indicios claros, que podía ver cualquier usuario habitual de la montaña, como la reducción de los glaciares y la innivación, además de que algunas formaciones vegetales están creciendo en mayores altitudes. Ahora lo hemos constatado y cuantificado de forma global, porque los estudios climáticos que existían en los Pirineos eran parciales, de zonas concretas», señala el coordinador del estudio, el catedrático José María Cuadrat, del Departamento de Geología de la Universidad de Zaragoza.

Pese a que el clima de esta cordillera es muy complejo porque «varía mucho» de un valle a otro, el aumento del mercurio es similar al que se está produciendo en la Península Ibérica y, en general, en la Europa Occidental. «En la década de los setenta se produjo un descenso –explica-, pero la siguiente se produjo un fuerte ascenso y, sobre todo, se ha constatado un aumento sostenido en las dos últimas décadas».

Sin embargo, en lo que no se ha percibido una variación significativa es en las precipitaciones, que estarían descendiendo un 2,4% por década. «Parece que los veranos y los inviernos son más secos, mientras que los otoños tienden a ser más húmedos. Pero, en cualquier caso, hay mucha variación y no se puede inferir un cambio claro», apunta Cuadrat.

16 glaciares menos desde 1982

Ese aumento de la temperatura tiene su ejemplo más representativo en los glaciares, que están sufriendo un fuerte retroceso tanto en superficie como en espesor. De hecho, el último informe del Ministerio de Medio Ambiente recoge que la cordillera completa (no solo la parte aragonesa) ha pasado de tener 28 glaciares en 1982 –incluyendo los rocosos– a solo 12, algunos de los cuales se han extinguido y otros se han convertido en heleros, que se diferencian de los glaciares en que son más pequeños, además de que no se mueven.

A modo de ejemplo, y siempre según el informe del Estado, el glaciar de Coronas, ahora convertido en un simple helero, pasó de uno de los cuatro aparatos glaciares catalogados por el Ministerio de Medio Ambiente en el propio macizo del Poséts, ha pasado de ser un glaciar a un helero. En 1982 tenía 14 hectáreas y en 2002 –año que recoge la primera imagen– pasó a ser un helero de 5,6. Ahora (en la imagen de la segunda foto), ocupa tan solo dos hectáreas. tener 15 hectáreas de superficie (en 1982) a ocupar solo una en 2008. Otro ejemplo es el de Taillón, cuya superficie era de 10 hectáreas y ahora se da por extinto.

En general, los aparatos glaciares que quedan en la cordillera han pasado de tener una superficie total de 595 hectáreas en 1982 a solo 277. En definitiva, se está hablando de una brutal caída del 54% en solo 25 años.

Javier Chueca, profesor titular de la Universidad de Zaragoza y experto en glaciares, añade que en la actualidad este retroceso está continuando y que las previsiones son desfavorables en todos los macizos. Además, en sus investigaciones ha encontrado factores locales, relacionados con la topografía, que hacen que algunos glaciares estén retrocediendo más rápido: «La radiación solar es el elemento que marca de una forma más estrecha la degradación glaciar en las fases finales del retroceso: a mayor radiación, mayores pérdidas de volumen. De hecho, casi todos los aparatos glaciares emplazados en orientaciones de solana han ido desapareciendo en las dos últimas dos décadas, transformados en simples neveros estacionales».

Chueca explica que, para que un glaciar se recupere, su balance de masa debe ser positivo durante varios años: «Esto implica que la nieve que cae sobre él en los meses más fríos no llegue a fundirse totalmente en verano y, por tanto, que exista un remanente de nieve durante varios años que se irá transformando en neviza y, finalmente, en hielo glaciar».

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