El pasado mes de febrero, se publicaba un interesante artículo firmado por el señor Joaquín Paricio Casado que, bajo el título «El homo sapiens pyrenaicus», expresa muy bien una ideología muy en boga en estos días. Sin embargo, ni la reiteración, ni los cargos exhibidos por sus voceros, aportan consistencia alguna a un discurso cargado de visceralismo y descalificaciones.
Para empezar, muchos de esos «culturetas», «redentores de fin de semana» o «conquistadores» que denuncia el Sr. Paricio, son precisamente los descendientes directos de los que han hecho posible que «el Pirineo exista tal y como lo conocemos hoy en día». Gentes que un día marcharon a la ciudad, que se formaron en nuestras universidades y a los que – al parecer – ya no se les juzga por sus opiniones, sino por el lugar de nacimiento. Pretender que nadie «de fuera» (es decir de más allá de los límites del término municipal) tiene derecho a participar en la vida democrática es olvidar que vivimos en un Estado moderno en el que, de forma solidaria, los beneficios de la sociedad del bienestar se reparten por todo el territorio, lo mismo que los derechos y obligaciones. De hecho, y es bueno que así sea, el hombre urbano subvenciona casi siempre al hombre rural. Por eso, pretender que vivir al lado de las montañas le da a uno derecho exclusivo a gestionar el patrimonio natural de alrededor es algo así como si la gestión de La Seo tuviera que recaer en las familias que viven pegadas a la catedral.
Algunos alcaldes han demostrado reiteradamente una tremenda falta de sensibilidad hacia el medio natural, lo que unido a sus escasos conocimientos en ciencias ambientales constituye una fórmula explosiva que lleva a desastres como el de Formigal, por no mencionar otros que incluso han provocado muertes. Acorralados por la presión social, hay quienes contraatacan enarbolando la bandera de la demagogia y propugnando una especie de revolución desde las instituciones, llamando a los lugareños a «echarse al monte», emulando las ocurrencias de ciertos iluminados latinoamericanos. Grave irresponsabilidad.
Y también grave incoherencia… ¿Cómo se atreve el Sr. Paricio a hablar de los «hipócritas» que protegen a los animales? ¿Cómo se atreve él; miembro destacado de un partido que está propugnando la expulsión de los habitantes de varios pueblos del Pirineo, mediante la construcción de embalses como el de Biscarrués? ¿Acaso los habitantes de Erés no pertenecen a su fantástica subespecie de «homo sapiens pyrenaycus»?
Reciba un cordial saludo,
José Luis Latas