Cuando los mensajes oficiales y la euforia mediática crean expectativas monumentales, la caída desde esas alturas de la ilusión suele ser también estrepitosa (que hace pupa, vamos). Es lo malo que tienen las políticas basadas en la simulación, la grandiosidad y el optimismo obligado, que luego bajarse del guindo se hace muy duro. A título de ejemplo, vean lo que le está pasando al Real Madrid: fichajes fabulosos, cientos de millones al retortero, figuras, figuritas, abdominales, Florentino tirando la casa por la ventana… y ahora, aunque el equipo lidera la Liga española, la eliminatoria de la Champions ha dejado a la afición más fría que un témpano. ¿Es para tanto? Quizás no, pero cuando te han prometido beluga del Caspio, la anchoa del Cantábrico te parece poco. Normal.
Quienes mecen la cuna se esfuerzan (y mucho) en demostrar que lo más importante es el dinero, la pastizara, las cifras, tirar la casa por al ventana. Lo cual no es totalmente exacto y a menudo resulta incierto. El fútbol español de las sociedades anónimas y los clubs profesionalizados acumula una deuda global milmillonaria. En ese contexto, considerar rentable el fichaje de Cristiano Ronaldo o justificar los diez kilotones del ala que la DGA le mete al Real Zaragoza es pura broma.
Uno se harta de leer esos análisis que justifican el alocado manejo de los dineros apelando a futuros e improbables beneficios futuros. Vean, si no, los suerpositivos estudios que calculan fabulosos retornos para las inversiones aragonesas en estaciones de esquí; estudios realizados por Ibercaja que es, al tiempo, copropietaria de Aramón. ¡A ver qué van a decir!
El otro día me escribía un habitante del valle de Castanesa. Explicaba que en aquella zona no hay pobreza ni depresión. La gente vive bien de sus trabajos, hay buenas casas, buenos coches y una oferta turística mejorable y ampliable pero que se basa justamente en el encanto del paisaje y en la riqueza medianbiental que ahora puede irse al carajo. Si llevan a cabo el llamado proyecto de interés general, habrán de mover unos tres cuartos de millón de metros cúbicos de tierra y roca. El apocalipsis. Lo dicho: más dura será la caída.