Cada uno en su laberinto; asusta pensar que un concejal o un diputado, o un partido, operen pensando sólo en lo que en cada momento tienen entre manos, y no vayan siempre a la búsqueda insistente de mejoras que lleguen más allá de lo que abarca su institución.
Hace más de veinte años, siendo yo concejala en Jaca, y a pesar de haber sido muy crítica con la forma especial de hacer las cosas que tenía Armando Abadía, ya apoyaba en nombre del PSOE como portavoz de mi grupo municipal entonces, del Grupo Parlamentario después y como Consejera del Gobierno en el 95, la conveniencia de que Aragón optara a gestionar unos Juegos Olímpicos de Invierno en nuestro Pirineo. Digo «nuestro» con toda intención, porque, como en el cuento, alguien, interesadamente, ha hecho ya asomar la patita por debajo de la puerta. Si defendí desde allí en bien de todo Aragón, la opción del 98, cuando presentábamos una oferta de mucho menos del 25% de lo que podríamos ofrecer ahora, la decisión para emplearse a fondo de cara al 2022 la vivo con profundo convencimiento analítico y con gran ilusión política. La nieve y la alta montaña son como el mar; su mera contemplación suscita en los humanos la fascinación por los misterios de la naturaleza y sus desafíos, y ese percibir lo ignoto es lo que supone un atractivo especial para las personas de cualquier condición.
Aragón, que no tiene mar, tiene alta montaña y nieve, y puede y debe, con exquisito respeto a los valores naturales, poner todos los medios para que las gentes que viven allí con muchos condicionantes, se beneficien de ello y no abandonen, porque, al contrario que en las costas, la vida en el frío es dura, difícil, y, en muchos casos, de pura supervivencia; hay que hacer ese esfuerzo, para que las nuevas generaciones no tengan que soportar carencias casi inevitables. La población se fija con estímulos que hagan la economía rentable, y sobre todo creando posibilidades de realización para las mujeres en edad fértil; si no se procura ese desarrollo real, las familias se bajan al llano, como ha pasado siempre. Todo eso lo saben muy bien los catalanes, a los que admiro, y también el alcalde de Lérida, que es un amigo: sin la presencia continuada y activa del hombre en el territorio, no hay montaña ni para los montañeros. Dicho lo cual, pienso que Aragón debe actuar con plena firmeza y diligencia en la presentación de la candidatura para la organización de los Juegos de Invierno 2022; Lérida y toda Cataluña lo harán sin nosotros, antes de que nos demos cuenta, aunque sólo sea para situarse en el «ranking», lo cual para el mundo olímpico, como ellos saben bien, ya es un signo de voluntad y de presencia.
Hace años, en París, defendiendo la candidatura de Jaca en una de las citas con el COI, cenábamos con Ferrer Salat, que presidía entonces el COE; él, que nunca creyó ni batalló firmemente por nuestra opción, hacía bromas sobre la prudencia y la falta de arrojo de los aragoneses, a pesar de nuestra fama, porque respetábamos al máximo las directrices del COI en las presentaciones, cuando otros países no lo hacían. En esa misma cena yo le decía medio en broma, medio en serio, que Cataluña, si pudiera, nos tomaría la delantera. Él, arrogante e irónico como era, esbozaba una sonrisa sin despegar los labios, la mirada fría y el comentario delicado del hombre encantador. Pues ya ha pasado; Lérida se oferta, «acompañada» por Aragón, y por Andorra, cuando ya sabemos desde hace años que el COI prefiere no dispersar.
Una anécdota, que aunque lo parece, no es tal: entre los actos de la Universiada 95 en Jaca, estaba previsto un recorrido por San Juan de la Peña; En pleno febrero, el día fijado nevaba a todo nevar, pero la visita no se suspendió. Yo hice el viaje, que duró casi tres horas, sentada junto a Pal Smith, miembro del Comité Olímpico y embajador entonces de Hungría en España; había participado en el Comité de Selección que nos rechazó en Laussanne, presidido por el también olímpico de esgrima, el alemán Thomas Bach, que, por lo que he visto en la candidatura de Madrid todavía sigue, y al que no le gustó nunca nuestra oferta y así lo demostró en su visita a Jaca en el primer intento del 98, cuando le oí comentar por lo bajo mirando el agujero del complejo deportivo, donde el proyecto situaba la Ciudad Olímpica: «nein, nein». El embajador húngaro Smith, al que sí le gustábamos, me comentó que en Laussanne habíamos estado demasiado disciplinados, demasiado oficiales, demasiado tímidos, cuando, como digo, yo ya había percibido que las cosas en el ámbito olímpico funcionan de otra manera, que habrá que explorar ahora que hemos cogido experiencia.
¿Podríamos en el 22 presentar los deberes hechos? Sólo si todos, todos, aportamos el esfuerzo necesario, que es mucho. Los Ayuntamientos de Zaragoza, Huesca, Jaca y sus entornos pueden trabajar por todo Aragón con la ayuda del sector, que no son sólo las estaciones y, sobre todo, con el Gobierno de Aragón; todos juntos tienen que medir bien el desafío, y si entramos, no hay que desfallecer ni ante los críticos, que están en su derecho, pero que casualmente ninguno vive en Yosa, ni ante los agoreros que sólo triunfan cuando las cosas se tuercen, sin admitir que hasta los caminos torcidos se pueden y se deben enderezar.