Cuando la mayoría de las noticias que se publican sobre el tema (en ocasiones páginas enteras) provienen abrumadoramente de los promotores empresariales de la estación, uno se pregunta qué delito comete quien pretende ofrecer un contrapunto de reflexión en todo esto, o qué delito cometemos quienes pensamos que tenemos el derecho a opinar, razonadamente, de forma diferente. Por lo pronto podríamos empezar por despersonalizar el debate y abandonar las interpelaciones cargadas de beligerancia personal, porque les guste o no a algunos, hay muchas personas que comparten esos planteamientos críticos con relación a la proyectada macroestación («macroproyecto de nieve» en palabras de sus defensores). Está muy bien que quien crea en las bondades de esta estación lo exprese, pero por favor que lo haga con argumentos. Qué puede pensar una persona razonable cuando lee que « dieciséis remontes de alta tecnología van a producir una cascada de oro», que «al no hacerse sobre zonas boscosas sino sobre monte bajo la fauna es menor en cantidad y calidad» (DL, 5 de enero), y que «los circos glaciares se van a cuidar especialmente pues frotándolos con los esquís van a sacarles un brillo muy rentable» (sic); o cuando se dice que «los esquiadores no corren detrás de los osos» y que «la flora no se ve por ninguna parte » (DL, 17 de enero)… en fin, parece poco serio.
Seguramente para algunos carece de trascendencia, pero lo cierto es que la zona afectada por el proyecto de estación de esquí atesora unos valores naturales y paisajísticos tales que ha propiciado que el espacio cuente con numerosas figuras de protección, entre otras Parque Regional de Picos de Europa (Ley 12/1994, de 18 de julio), Zona de Especial Protección para las aves Picos de Europa (ES4130003), Área de importancia para las aves de SEO/BirdLife (IBA 019 Riaño), Plan de recuperación del oso pardo (Decreto 108/1990, de 21 de junio); indudablemente eso debe entrar en el debate. El Decreto 9/1994, de 20 de enero, por el que se aprueba el Plan de Ordenación de los Recursos Naturales del Parque Regional de Picos de Europa, establece de manera reiterada que «los usos y actividades autorizables en el interior del espacio natural deberán ser compatibles con la conservación de los valores naturales que alberga». En nuestra opinión, un megaproyecto de esta naturaleza no soportará un procedimiento de evaluación de impacto ambiental mínimamente serio.
Todos estamos preocupados y comprometidos con el desarrollo de nuestros pueblos de montaña, de manera que nadie puede pretender patrimonializar este objetivo -creo compartido- de desarrollo. La cuestión se encuentra en qué modelo de desarrollo defienden unos y cual defendemos otros. Cuando se trata de espacios naturales sometidos a distintos regímenes de protección resulta evidente que todo desarrollo debe pasar por la conservación de las señas de identidad de un patrimonio natural que todo reconocen sumamente valioso. Y esta conservación no es un obstáculo para el desarrollo, es una condición necesaria para que pueda darse dicho desarrollo. Entras otras cosas porque el patrimonio natural también es riqueza y, por supuesto, también es economía.
El hecho de que una propuesta tan sensata como la de promover en la zona, en lugar de una macroestación con remontes, un circuito de esquí de fondo y travesía que combine el respeto a la excelencia natural con el atractivo turístico y deportivo, sea rotundamente descartada revela que en todo esto además del interés general de una comarca entran también en juego intereses particulares de quienes persiguen proyectos «empresarialmente rentables», aunque existan alternativas preferibles social y ambientalmente.
¿Verdaderamente quiere abrirse un debate serio sobre la estación de esquí de San Glorio? ¿O sobre el desarrollo de la montaña? ¿O sobre la salud de nuestros espacios naturales protegidos? Estamos a tiempo. Mientras tanto permitan ustedes que consideremos admirable que haya quienes defiendan en éste y otros casos – sin otros intereses- otro modelo de desarrollo.