Santiago Sagaste era uno de los himalayistas aragoneses con mayor proyección. Pero el alpinista del Club de Montaña Exea no tenía el brillo mediático de Carlos Pauner, Pepe Chaverri, Cecilia Buil, Pepe Garcés o la inolvidable generación de Peña Guara encabezada por Javier Escartín.
Sagaste era una persona diferente. Un montañero peculiar. Al cincovillés le gustaba ir por libre y pagarse las expediciones de su bolsillo. Nunca formó parte de la cordada de Carlos Pauner y prefería ir a las montañas con sus amigos.
Ecologista convencido, leyó en el Portalet el Manifiesto por la Defensa de las Montañas y no quería saber nada de todo lo que se relacionara con la empresa semipública Aramón. Con 34 años, ya había subido el Gasherbrum II (8.035 metros) y fue el primer aragonés en alcanzar la cima del Shisha Pangma (8.046 metros). Por todo ello, era el ochomilista más destacado de Aragón en la actualidad, sólo por detrás de Pauner.
Con todos estos antecedentes, la muerte del ejeano junto al navarro Ricardo Valencia, sepultados por un alud cuando descansaban en el Campamento II del Dhaulagiri, fue un gran drama para el alpinismo aragonés. Ese infausto 13 de mayo del 2007 pudieron salvar la vida de manera milagrosa el zaragozano Javier Serrano y la austriaca Gerlinde Kalterbrunner, que ya cuenta con diez ochomiles en su mochila.
El grupo ejeano quería ser el primero en Aragón en conquistar el temible Dhaulagiri. Partieron de España en abril José Ángel Sánchez, Brunio Gaspar, Javier Serrano, Ricardo Valencia, Luis Royo y Santiago Sagaste. Aragón ya intentó conquistar infructuosamente la montaña nepalí por medio de Pepe Garcés y Carlos Pauner. Pero el Dhaula enseñó sus garras el 12 de octubre del 2001 con la muerte de Garcés.
La expedición zaragozana realizó un primer ataque por medio de José Ángel Sánchez, Javier Serrano y Ricardo Valencia. Llegaron a 700 metros de la cima, al Campamento II, pero debieron retirarse debido a la nieve y al viento que sobrepasaba en la cima los 120 kilómetros por hora.
Por fin llegó la última intentona. Un grupo de peso con Serrano, Sagaste, Valencia y Kalterbrunner iba a intentar el ataque a la cima imposible. Pero una nevada pertinaz dejó la montaña cargada de nieve. Las posibilidades del cuarteto eran escasas. Acamparon en un lugar muy peligroso, el Campamento II. «Está situado a mitad de ladera y cuando se carga de nieve es sumamente peligroso. Ya se han producido varios accidentes mortales», explicaba desde Zaragoza Carlos Pauner.
El alud
En la madrugada del domingo, mientras dormitaban cada uno de ellos en su tienda individual esperando una ventana de buen tiempo para alcanzar el Dhaulagiri, sucedió lo que nadie deseaba. Una colada de nieve, una alud de placa, sepultaba las tiendas de Sagaste y de Valencia. Los únicos que salvaron el pellejo fueron Serrano y Kalterbrunner. Serrano rajó su tienda, buscó a sus compañeros, pero cuando encontró a Sagaste y Valencia sepultados por la nieve, ya estaban muertos.
Tras la muerte de estos dos admirados montañeros, llegó la hora de los homenajes y reconocimientos. Pese a sus valores humanos y deportivos, Sagaste no era demasiado conocido. Pero como el Cid, ha cabalgado de nuevo tras su muerte. Mientras Santiago Sagaste yace sepultado por la nieve muy cerca de donde murió Pepe Garcés, la manifestación popular por su recuerdo ha sido masiva.
Sus familiares nunca quisieron hacer un funeral tras su fallecimiento y sus más allegados prefirieron dejar pasar el tiempo hasta que se apagara su estrella. Su familia no quiso que rescataran su cuerpo una expedición navarra que fue a por el de Valencia.
Los homenajes de sus amigos se han multiplicado. Montañeros de Aragón le hizo el suyo e incluso Alberto Martínez Embid va a presentar en Ejea un libro dedicado al ejeano, que recibirá la Medalla de Oro de la localidad el próximo 12 de enero. Mientras tanto, Santiago observa sorprendido desde el cielo tanto fervor popular.