La temporada invernal de las estaciones de montaña aragonesas llega a su fin. Sabemos que el balance, habitualmente medido en número de esquiadores, no podrá ser positivo. La sequía no sólo agosta los campos de cultivo, aunque aquí los centros de esquí, los comercios, la hostelería… hayan librado la catástrofe total gracias al ‘regadío’ de los cañones de nieve, a un par de temporales y a cierta fidelidad de los propietarios de segundas residencia en la zona.
Si la medida de ese balance para las estaciones fuera la normal en las empresas -es decir, económica- podríamos realizar otras valoraciones. Sin embargo, no es fácil rastrear esos resultados, por lo que conviene fijarnos en lo que conocemos, en este caso, muy directamente los vecinos de estos valles.
En Formigal, ‘buque insignia’ de Aramón, se están dando situaciones inaceptables. Por ejemplo, mientras muchos empleados temporales son contratados a través de una ETT, con remuneraciones de siete euros a la hora, la propia estación ha apostado en los últimos años por hacer la competencia directa a los emprendedores locales y ha abierto bares ‘de marcha’ (o de ‘Marchica’) fuera del horario de funcionamiento de los remontes y con precios inalcanzables para la hostelería privada. Es decir, esos empleados no llegan a cubrir con su sueldo ni el alquiler del alojamiento en la zona y a la vez, se está perjudicando directamente a empresas de aquí.
Se podría pensar que todo ello es circunstancial. Sin embargo, forma parte de una gestión, de un modelo manejado desde un centro de decisión zaragozano, con una estructura en la cabeza donde allí hay más directores y jefes o asimilados que trabajadores, desplegando una actividad costosa (aunque sólo sea en coches ‘oficiales’ e invitados) e improductiva, pero sobre todo, alejada de las aspiraciones y esperanzas de la gente de aquí, geográficamente y también en criterio y conocimiento. En este sentido, hay que felicitar la labor de quien está sobre el terreno, los directores de las estaciones y el personal ‘de a pie’, pero es momento de reclamar cambios con sosiego y responsabilidad, por parte de esos otros gestores y mandamases.
Formigal es una de las estaciones más caras de España y no se ha adecuado convenientemente en este aspecto, a una demanda afectada por la crisis. De esta manera, es evidente que se podrá seguir alegando esa verdad a medias por la que se ha sacralizado que los beneficios de las estaciones nunca pueden proceder ‘de los hierros’ (los remontes de la estación, los abonos,…) sino del negocio que genera alrededor (comercio, hostelería, transporte, construcción…) por lo que Aramón ha entrado ‘a saco’ como la mayor competencia de todos estos negocios, tratando de cuadrar sus propias cuentas. ¿Deberíamos plantearnos que se haga dueña de todos ellos definitivamente, en la urbanización de Formigal y aledaños, antes que cerrarlos? ¿Es la única alternativa que tiene Aramón para seguir adelante?
Se trata, por el contrario, de aplicar coherencia y cercanía, de implicar en mayor medida a los habitantes de estos valles, de mejorar, de cambiar. No es imprescindible acudir ahora nuevamente a improbables inversiones millonarias que llamen la atención a más esquiadores, aún reconociendo como muy positivo el esfuerzo de modernización y ampliación realizado. En el presente, hay alternativas. En primer lugar, despolitizando a la sociedad semipública y a muchísimos de sus cargos, creando un verdadero equipo profesional que no tenga que estar condicionado por los vaivenes políticos. En segundo lugar, aunque paralelamente, adoptando otro enfoque. En muchas estaciones europeas, los negocios privados que se instalan dentro de un radio concreto y se ‘benefician’ del atractivo del complejo, tienen parte accionarial de la estación. No sería Aramón el futuro dueño de todo, sino que entre todos serían dueños de una porción de Aramón, sintiendo la empresa como suya, involucrados en la toma de decisiones, potenciando los servicios… En tercer lugar, buscando recursos económicos en posibilidades de rentabilidad como el suelo que es propiedad de la compañía y permanece retenido, no sale a la venta, quizá confiando en una revalorización similar a la que se produjo tiempo atrás. Todos tenemos muy claro que esa especulación es del pasado y es época de otras determinaciones. Finalmente, incidiendo en la calidad, en la promoción, en el empleado.
Son opciones que tratan de afrontar una realidad incontestable: no se puede seguir con el actual modelo que conduce no sólo al final de comercios o bares regentados por gente de aquí, sino también al estancamiento de Formigal, lastrada por los números rojos y una gestión peculiar.
Y no es asunto que interese sólo a los pirenaicos. La nieve es uno de los activos más importantes para la imagen exterior de nuestra comunidad y para el sostenimiento de miles y miles de empleos en el turismo y los sectores directa o indirectamente involucrados. Es mucho más que otra General Motors y si queremos un Aragón mejor, que mejore Aramón.