Los Pirineos, al sur y al norte, todavía levantan pasiones, no en vano, este ofrece insospechables potencialidades. El geógrafo Jordi Borja, conjuntamente con el urbanista Alberto Arias, ha realizado el estudio El futuro de los Pirineos en el ámbito europeo y la relación ciudad-montaña, un análisis que es ya de referencia y en el que rebrota un futuro prospero para la región, si sabe articularse a partir “de un sistema poli céntrico de pequeñas y medianas ciudades, para distribuir las ventajas urbanas al territorio de montaña”, en palabras del antiguo urbanista del Ayuntamiento de Barcelona.
El fortalecimiento de estos nudos urbanos tendría como fruto visible evitar el principal riesgo que acecha a la alta montaña de hoy en día, la urbanización dispersa. Así pues, según Borja, “es preciso gestionar una política de vivienda que discrimine positivamente la primera residencia y que promocione precios de alquiler no supeditados a la presión de la actividad turística y su estacionalidad”. La conservación del medio ambiente, para los redactores de esta diagnosis se tendría que entender aplicando la filosofía de la devolución: “Son necesarias compensaciones para la protección y el cuidado del medio natural, sobre todo si está protegido. Así mismo, proponemos una gestión forestal activa que obligue a mantener limpios los bosques al tiempo que permita el aprovechamiento de sus recursos y compensaciones”. Y dar otra interpretación a los medios económicos tradicionales: “Es necesario conservar las actividades agropecuarias que configuran el medio y el paisaje, si es preciso, por medio de subvenciones, ya que son un sector estratégico.” El estudio de Borja y Arias, un encargo de la Comunidad de Trabajo de los Pirineos (CTP), tendrá que servir de base para emprender el Plan Estratégico de los Pirineos.
El nivel Pirineo. Es posible que el aniquilamiento que esta región ha sufrido en el transcurso del siglo XX, y que se expresa por la depredación que han sufrido muchos lugares de este territorio, tenga mucho a ver con una falta de identidad. Joan Becat, catedrático de geografía por la universidad de Perpiñan y miembro del Instituto Catalán de Investigación en Ciencia Sociales (ICRECS), cree que hay que reivindicar un “nivel Pirineo”, un marco de identificación que sirva de base para emprender el enderezamiento del territorio. Como dice, “es de máxima importancia incluir al Pirineo en un marco de referencia claro y conocido, sea por experiencia personal o por educación, visualizado y memorizado. En la práctica serán marcos sucesivos, incluidos unos dentro de otros, según los ámbitos de relación, según los niveles de proximidad, de abstracción y de pertenencia: el pueblo o la ciudad, la pequeña región de la comarca, la región, el conjunto del Pirineo”. Becat va mas allá, en esta exhortación a una nueva identidad. “Tenemos que ir mas allá de las estrictas relaciones de buena vecindad transfronterizas y de los gestos de atención a las poblaciones pirenaicas. Es lícito y necesario, pues, que las regiones pirenaicas y las circundantes sustituyan a los estados, en lo que respecta a la reflexión, a las orientaciones y a las propuestas. Por eso es acertada la puesta en marcha de un Plan Estratégico para los Pirineos”.
Cuestión de equilibrios. Antoni Tulla, catedrático del departamento de Geografía de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB), en sus investigaciones sobre los aspectos económicos de los Pirineos ha llegado a la conclusión de que la economía tradicional de la montaña, vinculada a las actividades agrarias, es el puntal para dar un porvenir de integración a la región. Explica que “si desaparecen las actividades agrarias, en la montaña puede haber dos futuros, ambos peligrosos para el mantenimiento de un paisaje integrado. Uno puede significar la invasión del espacio pirenaico por la segunda residencia, y las actividades de ocio masificado con una orientación de gran consumo. El otro puede representar el “cierre” a la actividad humana de los espacios naturales abandonados y su orientación excesivamente conservacionista”. Así pues, según su parecer, “mantener un paisaje de calidad puede permitir atraer actividades de servicios productivos, industria o turismo, respetuosas con el uso del suelo, la estética del paisaje, así como la permanencia de las actividades agrarias”. En este juego de equilibrios en la montaña “se tiene que aceptar la existencia de actividades urbanas y actividades agrarias en un mismo espacio rural, supeditando las urbanas a las agrarias para mantener este equilibrio en el uso del suelo que precisa un paisaje integrado”.
La nueva estrategia. El Plan Territorial del Alto Pirineo y Aran que promueve el Gobierno de la Generalitat de Catalunya tiene vocación de referencia para las nuevas estrategias, que pretenden recuperar el macizo, jugando con los principios de Borja y Arias, de crear una malla a partir de polaridades, doce en el caso de la montaña catalana. Como explica Juli Esteaban, director del Programa de Planeamiento Territorial de la Generalita de Catalunya, el plan “responde al objetivo de reforzar las polaridades urbanas principales en las diferentes áreas territoriales y limitar el crecimiento disperso que resultaría de un crecimiento repartido en todos sus núcleos existentes”. Con la ambición de preservar el mosaico agroforestal y conservar la conectividad territorial y la biodiversidad, el plan se propone hilar fino en la consideración del suelo. Divide el suelo que no es urbanizable en tres tipos, según los grados de protección: protección, territorial y preventiva. Estas categorías separan el espacio intocable del que, si así lo admite en un momento determinado el planeamiento urbanístico, puede ser urbanizable. En la convicción de que sean esgrimidas estas herramientas dependerá que finalmente en este territorio se consigan finalmente los objetivos como por ejemplo ralentizar la clasificación de nuevo suelo urbanizable residencial o reconducir la desproporción actual entresuelo residencial y suelo para la actividad económica.
El modelo catalán, que puede servir de laboratorio de pruebas para todo el macizo, observa por lo que respecta al sistema de infraestructuras de movilidad el reto de mejorar la interconexión con el resto del país al tiempo que aumenta la cohesión interna, una ecuación difícil si además aspira hacer mas fluido el transito en las vías no desdobladas con paso de camiones o intensamente turísticas y sometidas a puntas estacionales.
Nos esperan, pues, años cruciales para una macro región que se resiste a encuadrarse en la alineación de las áreas deprimidas y lucha por recuperar un cierto esplendor. Los elementos para un debate, tanto las abstracciones como las propuestas concretas y medibles están encima de la mesa.