El ecosistema de la montaña es extraordinariamente sensible a las agresiones humanas, y es nuestra obligación y nuestro derecho defender el medio natural que nos sustenta, porque somos hijos de la tierra y a ella nos debemos.
Nadie tiene derecho a demoler nuestras montañas, nadie puede destruir impunemente paisajes que la naturaleza ha tardado milenios en modelar, nadie debe hacer negocio con la alteración del medio natural, no se puede consentir la apropiación para beneficio privado del espacio público.
Una avidez desarrollista y sin visión de futuro está ocupando las montañas del Pirineo, desmontando laderas, modificando cauces naturales, arrasando pastos y praderas y cambiando el perfil del paisaje.
La especulación del suelo, la proliferación de urbanizaciones irracionales, la construcción de estaciones de esquí en contra del sentido común y de la razón han provocado un daño enorme en nuestro ecosistema más delicado.
Ante semejantes hechos, el pueblo aragonés no puede permanecer callado. Nuestra democracia se asienta en un principio irrenunciable: la soberanía radica en el pueblo, y es el pueblo quien ha de ser oído por quienes coyuntural y temporalmente gobiernan.
Y por ahora, no ha sido así. Por iniciativa popular, 30.000 aragoneses han firmado una propuesta para que las Cortes de Aragón tomen en consideración la redacción de una ley que proteja nuestras montañas de tanta agresión, de tanto desafuero, de tanto desatino.
Pero esas mismas Cortes que representan la voluntad del pueblo y el Gobierno que de ellas emanó en su día no han hecho el menor caso a esta movilización cívica, sensata y razonable. El Gobierno de Aragón ha preferido mantener los proyectos economicistas y especulativos que sólo benefician a unos pocos y son enormemente perjudiciales para nuestras montañas, antes que atender la demanda popular de elaborar una ley que proteja espacios naturales tan delicados como los de nuestras montañas.
Es triste comprobar que quienes más comprometidos deberían estar en defender la naturaleza, se plieguen a los intereses de empresas como Aramón, que con el beneplácito y la connivencia del Gobierno de Aragón sigue cometiendo atentados indecentes contra el medio natural del Pirineo, sólo pendiente de obtener el máximo beneficio económico aunque para ello se lleve por delante pedazos irremplazables de los paisajes montañosos más bellos de esta Comunidad.
Por todo ello, desde la Comisión promotora a favor de una “ley de protección de la alta montaña en Aragón”, abogamos por la inmediata paralización de las obras que están destruyendo nuestras montañas, exigimos la puesta en marcha de una ley que proteja de verdad el paisaje, el ecosistema y el medio natural del Pirineo y de las sierras del sistema Ibérico, propugnamos que las Cortes y el Gobierno de Aragón sean sensibles y escuchen las justas demandas de la sociedad civil, y recabamos de los aragoneses y las aragonesas una movilización masiva para evitar que se siga expoliando el medio natural y destruyendo paisajes.
Como miembros de esta Comunidad, demandamos que el crecimiento económico se asiente en parámetros que lo hagan sostenible, evitando la destrucción del patrimonio natural.
Tenemos derecho a disfrutar de los bienes naturales, al placer de gozar con la naturaleza y al privilegio de vivir en armonía con ella. No renunciamos al uso y disfrute de lo público y pedimos a la sociedad aragonesa que se movilice para impedir que se sigan cometiendo atropellos contra nuestras montañas de modo tan impune como se viene haciendo hasta ahora.
En el año 1854 el jefe indio Noah Sealt escribió una carta al presidente de los Estados Unidos respondiendo al expolio que el gobierno de Washington estaba realizando con las tierras de su pueblo. Entre otras cosa le decía:
“¿Cómo se puede comprar o vender el firmamento, ni aun el calor de la tierra? Dicha idea nos es desconocida. Si no somos dueños de la frescura del aire ni del fulgor de las aguas, ¿cómo podrán ustedes comprarlos? (…).
Esto sabemos: la tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra (…).
Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra. El hombre no tejió la trama de la vida; él es sólo un hilo. Lo que hace con la trama se lo hace a sí mismo (…).
Contaminan sus lechos y una noche perecerán ahogados en sus propios residuos. Pero ustedes caminarán hacia su destrucción, rodeados de gloria (…).
Ese destino es un misterio para nosotros, pues no entendemos por qué se exterminan los búfalos, se doman los caballos salvajes, se saturan los rincones secretos de los bosques con el aliento de tantos hombres y se atiborra el paisaje de las exuberantes colinas con cables parlantes. ¿Dónde esta el matorral?: destruido. ¿Dónde está el águila?: desapareció. Termina la vida y empieza la supervivencia.”
Siglo y medio después seguimos sin aprender de las lúcidas palabras de un hombre que sabía que el respeto hacia la naturaleza es el respeto hacia uno mismo.
Por eso, porque nos guía el mismo espíritu de respeto hacia la tierra y hacia los seres humanos que la habitamos, exigimos del Gobierno de Aragón que frene tantos despropósitos y que ponga en marcha una ley que ponga fin a la destrucción de nuestra montañas. Y lo hacemos, porque defendemos los derechos de todos, porque estamos convencidos de que cuanto reivindicamos es justo y porque nos asiste la razón.