La rentabilidad de las estaciones depende del sector inmobiliario

El cambio climático que, si así se confirma, está ahí a la vuelta de la esquina, condenará a los esquiadores catalanes (un 16% de la población) a apretarse en las cimas de las montañas y a disfrutar de temporadas más cortas. Pero incluso sin cambio climático, el futuro de ese gran negocio que ha convertido a algunas comarcas de montaña en las más prósperas del país sería incierto. Los informes encargados por el Govern de la Generalitat dan por inevitable la inviabilidad económica de todas las estaciones de esquí. ¿Por qué? Crudamente, los informes reconocen que cuando las empresas que gestionan las pistas «ya no puedan nutrirse de ampliaciones urbanísticas dejarán de ser rentables».
La práctica del esquí pasa por la subvención. Es una de las conclusiones del informe Evaluación de la sostenibilidad del turismo en el Alt Pirineu y Aran elaborado por el CADS por encargo de la Generalitat. El modelo adoptado en el Pirineo catalán, y en realidad en la mayoría de estaciones de montaña de Europa, funciona mientras se construye. En el gasto del esquí, el forfait (un 15,3% del gasto en una escapada) pesa menos incluso, por ejemplo, que el dinero destinado a comidas (23,4%).
El tocho, como en otros lares, manda. En Catalunya, las estaciones que no nacieron acompañadas de un potente sector inmobiliario ya cerraron (Llessuí) o pasaron temporadas en negro (Port del Compte). El informe destaca que cuando el negocio inmobiliario toca a su fin solo quedan dos opciones: «cerrar o pasar a ser gestionado desde la Administración».

EXCEPCIONES A LA NORMA
No debe extrañar. En los Alpes, el 10% de las estaciones son de titularidad pública. El dinero de los impuestos se invierte en mantener activo un negocio del que viven miles de personas. El estudio encargado por la Generalitat afirma que, «según dicen los conocedores del sector, con excepción de Vaquèira-Beret y Boí-Taüll el resto de estaciones son deficitarias y sobreviven gracias a las subvenciones públicas». La Generalitat, de hecho, ya controla cuatro instalaciones (Port Ainé, Espot, La Molina y Vall de Núria).
El control público debería, en principio, favorecer un mayor impulso a ese tránsito hacia fórmulas turísticas que no se basen solo en la fórmula de sol y nieve y que, por los tanto, abran el abanico de la oferta de ocio.

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