La montaña blanca

Podría parecer que este año de nieves abona las posiciones más escépticas sobre el cambio climático; podría parecer que lo episódico es lo habitual o incluso que lo normal es extraordinario. Cada uno puede pensar lo que quiera con la seguridad de que sus argumentos por sí solos no van a alterar los ciclos naturales. El problema no es el debate científico sino el oportunismo político que encuentra en la blanca alfombra el escondite de sus miserias y la excusa perfecta para una nueva huída hacia delante, como si la crisis no existiera y el modelo desarrollista salpimentado de ecología barata no hubiera fracasado por completo.

Hace ya muchos años la protección del medio ambiente nos parecía a muchos un tema importante. Hace más de treinta años la Constitución Española reconoció el derecho de todos los ciudadanos al disfrute y conservación del medio ambiente como patrimonio común, imponiendo a todos los poderes públicos, Estado, Comunidades Autónomas, Entidades Locales, obligaciones concretas de protección, defensa y restauración. Hace años, de forma preocupante, algunos políticos hacen dejación de sus deberes constitucionales, cuando no pública ostentación de conductas que nada tienen que ver con esos principios rectores de la política social y económica, agrupados en tres artículos clave, 45, 46 y 47 de la Constitución, que imponen deberes claros de impedir la especulación, proteger el medio ambiente y conservar el patrimonio histórico.

Porque no hay que olvidar que en este modelo desarrollista cuyos epígonos han negado hasta la náusea la existencia de la burbuja inmobiliaria y la subsiguiente crisis económica que en mayor o menor medida todos padecemos, hay testigos mudos pero elocuentes de la desidia cultural. La desazón que produce la osamenta descarnada del Teatro Fleta, en pleno centro de la Ciudad de Zaragoza, sólo es comparable con la sensación de desvalimiento que produce el conjunto histórico del Balneario de Panticosa, hoy sólo reconocible en fotografías, en el que además de algunos edificios catalogados sobraban los montañeros y otros usuarios que no respondían al pretendido estándar de turismo de calidad, convertido ahora en un barco varado que quizás entre todos tendremos que sacar de nuevo a flote.

Pero no se crea que sólo los monumentos han sufrido daños. Cuando se declaró el Parque Natural de Posets-Maladeta se autorizó la restauración del antiguo Hospital de Benasque tal vez por considerar que era un equipamiento necesario en el interior del Parque; pero las obras realizadas han multiplicado varias veces la edificación primitiva y hoy, en el interior de un espacio natural protegido, podemos ver un complejo turístico abierto todo el año con acceso rodado exclusivo para sus clientes y cuyo mantenimiento, como ocurre también en Panticosa, corre a cargo de todos los ciudadanos.  Y en el límite de este mismo Parque, en el cada vez más conocido Valle de Baliera o de Castanesa, se proyecta una nueva estación de esquí para cuyo diseño se ha pensado en profesionales que puedan poner un precio a su trabajo, aunque se nos quieran presentar como artistas especialmente sensibles con la naturaleza, y en donde la construcción y el desarrollo inmobiliario son una vez más las pautas a seguir.

A principios del siglo pasado Thomas Mann nos describe la vida en un balneario de montaña, donde ingresa un joven aquejado de una dolencia leve que termina convertido en un enfermo crónico. Como al protagonista de “La montaña mágica” es posible que a algunos políticos aragoneses que frecuentan desde hace años los mismos círculos de poder e influencia, se les haya manifestado una grave enfermedad del alma, de difícil curación. He aquí sus preocupantes síntomas: el fin justifica los medios, las formas no son importantes si se consigue el objetivo, la opinión de los súbditos no merece ser escuchada. Veamos algunas manifestaciones:

Una. Un grupo de ciudadanos aragoneses, sin ningún apoyo institucional ni patrocinio empresarial, decide llevar a cabo una iniciativa legislativa popular en demanda de protección para la alta montaña. Pese a que consiguen treinta mil firmas, el doble de las exigidas por la ley, y cumplen todos los requisitos requeridos, los grupos que apoyan al gobierno impiden, con una triquiñuela procesal, que el texto se debata en el parlamento. Dos. El Gobierno de Aragón pacta con promotores privados la instalación de un gran complejo de ocio en la estepa monegrina, que según opinión común carece por sí misma de valor. No es obstáculo que la legislación vigente impida ahora mismo dicho proyecto, porque antes de consultar al parlamento se ha decidido que se cambiará la ley, convirtiendo así la función legislativa en un trámite administrativo y no en la expresión de la soberanía popular. Tres. Después de una intensa campaña en pro del Parque Natural del Anayet, y tras paralizarse los primeros proyectos para construir nuevos centros de esquí en Canal Roya y Canal de Izas, el Gobierno de Aragón ordena formular un Plan de Ordenación de los Recursos Naturales de la zona, e inicia con los colectivos sociales un proceso de participación pública actualmente en marcha; sin embargo el mismo gobierno, con el apoyo de algunas entidades locales, plantea ahora un proyecto de conexión de estaciones a través de Canal Roya que condiciona fatalmente el resultado de dicho proceso. ¿Hasta cuando van a seguir abusando de nuestra paciencia?.

 Gonzalo Albasini Legaz

Abogado y ex – presidente de Montañeros de Aragón

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