El pasado 31 de marzo, el presidente asturiano, Vicente Álvarez Areces, inauguró la estación de esquí de Fuentes de Invierno. Después de tres años de trabajo y más de 17 millones de euros del plan para las cuencas mineras, los Picos de Europa contaban con un nuevo polo económico y turístico: 8.200 personas cada hora podrían ascender por los remontes de los 8,5 kilómetros de pistas. «Una semana gloriosa», proclamó el socialista Areces. Nada podía ir mal.
La Administración hace pistas para dinamizar zonas pobres de montaña
Sin embargo, no ha podido ir peor. Casi 10 meses después, en su segunda temporada la estación no ha podido abrir ni un día. No hay nieve en Fuentes de Invierno. «Nevó en Navidad y luego también, pero no se ha quedado. Ha hecho calor y ha llovido», se lamenta Jorge Fernández, responsable de la estación, propiedad de una empresa autonómica. Las 80 personas que emplea están casi ociosas. Desde la costa, sólo se ven neveros aislados en la cordillera.
Puede que la falta de nieve parezca coyuntural pero, según los científicos, será estructural. El profesor de Ecología de la Universidad de Oviedo Ricardo Anadón critica el proyecto de Fuentes de Invierno: «Estaba mal diseñado. A 1.500 metros en Picos de Europa ya no nieva suficiente. Eso lo sabe todo el que conoce la montaña. Se ha invertido una millonada de dinero público en algo que será inservible porque no se ha evaluado el impacto del cambio climático».
El Gobierno asturiano, además de rezar para que nieve, ha anunciado que invertirá 3,4 millones en cañones de nieve artificial para que la situación no se repita. Fabricar esa nieve consumirá ingentes cantidades de dinero y energía que, a su vez, emitirá más gases de efecto invernadero a la atmósfera en un ciclo que alimenta el calentamiento.
El caso de Fuentes de Invierno es el extremo de lo que está ocurriendo en el sector: las estaciones cada vez tienen menos nieve y cada vez reciben más inyecciones de dinero público, a menudo para impulsar planes inmobiliarios en zonas de alto valor ecológico.
Aunque no se puede confundir un año malo de nieve con una tendencia, la sucesión de pésimas temporadas es cada vez mayor. «El año pasado fue desastroso. Nunca se había visto nada igual. No nevó en ningún sitio, pero tampoco en Los Alpes. Esta temporada comenzó bien, con una buena nevada, pero ahora muchas pistas se mantienen con cañones», explica la directora de la Asociación Turística de las Estaciones de Esquí y de Montaña (Atudem), Paloma García. Atudem agrupa a 28 estaciones de esquí de España, de las que sólo Baqueira y Valdesquí son privadas. El resto tienen participaciones de las comunidades autónomas. En Sierra Nevada el accionista mayoritario es la Junta de Andalucía y en Aragón todas las estaciones pertenecen a la comunidad y a Ibercaja al 50%.
En la cordillera Cantábrica el pasado viernes estaban abiertos el 7% de los más de 100 kilómetros de pistas; el Sistema Central está al 29% y Sierra Nevada al 57%. Sólo el Pirineo, con el 70% de las pistas se salva. Pero el dato es engañoso. La Confederación Hidrográfica del Duero estima cada semana cuánta agua en forma de nieve acumula el Pirineo (es importante porque de eso depende el abastecimiento en verano). Actualmente hay unos 736 hectómetros cúbicos de agua en forma de nieve. La media de los últimos cinco años en esta época es de más de 900.
La temporada puede cambiar con un temporal, pero lo que no parece que vaya a cambiar es la perspectiva a medio plazo. Jaime Ribalaygua, presidente de la Fundación para la Investigación del Clima, que maneja modelos de predicción del clima en España, sentencia. «Habrá menos nieve seguro. El calentamiento previsto es menor en invierno que en verano, pero aún así tendrá un impacto claro sobre el esquí».
Los escenarios de cambio climático regionalizados para España, que coordinó el Instituto Nacional de Meteorología, sobre la alta montaña prevén aumentos de la temperatura máxima en invierno de unos dos grados a partir de 2040 en zonas como Lanjarón, Benasque, Jaca, Navacerrada o Reinosa. El aumento es mayor en noviembre y marzo, lo que indica que la temporada se acortará.
El español Javier Corripio, profesor de Ciencias Atmosféricas de Innsbruck (Austria) y experto en glaciares explica que aunque hay muchas incertidumbres y diferencias según el valle, la insolación, la orientación y la precipitación, cada grado de temperatura de subida supone que la nieve asciende unos 150 metros. Así que el aumento previsto en España se corresponde con subidas en la cota de nieve de 300 metros.
Un informe del Ministerio de Medio Ambiente afirma que «la nieve será cada vez más escasa en cotas bajas, como ya constatan los esquiadores veteranos» y que se han hecho «importantes inversiones en la producción de nieve artificial cuya rentabilidad a largo plazo es incierta, ya que muchas estaciones de esquí tendrán que reconvertirse en estaciones de montaña».
La alta montaña sufre el calentamiento más que los valles (donde se acumula el aire frío) y aunque hay incertidumbres (puede que el cambio climático aumente las nevadas en algunas zonas), la subida de la temperatura derretirá antes la nieve y dificultará el uso de cañones. La serie de alta montaña del refugio de Góriz, en Huesca, ya nota el aumento, según Javier Ferraz, de Meteorología: «En precipitación no se ve una tendencia, pero hay una subida de temperatura desde 1982».
Aunque el sector del esquí es oficialmente de los más escépticos sobre el calentamiento, comienza a rendirse a la evidencia. La directora de la patronal admite: «Es cierto que la cota de nieve ha subido, eso lo sabemos». Hay pistas, como la de El Río en Sierra Nevada, que hace 30 años era con frecuencia esquiable y hoy no siempre y por supuesto con cañones. Cualquier esquiador puede dar ejemplos en otras estaciones.
Pese a este reconocimiento, el sector ha optado por echar más leña al fuego. Los primeros cañones de nieve se instalaron en España en 1985; en 2003 había 3.372 cañones con capacidad para innivar 243 kilómetros de pista y hoy hay 4.320 que pueden innivar 332,87 kilómetros, un aumento del 27%. En este periodo, las estaciones han recibido 395,911 millones de euros en inversiones, gran parte, de las arcas públicas.
Hay comunidades, como Aragón, que han hecho del esquí una bandera. Su presidente, el socialista Marcelino Iglesias, que fue monitor de esquí, creó en 2002 la sociedad pública Aramón y se hizo con el control de las estaciones del pirineo aragonés. A base de recalificaciones urbanísticas financia parte de las ampliaciones de las estaciones, algunas muy polémicas, como la del valle de Espelunciecha. El consenso político sobre la apuesta es total. Tanto, que en 2005 las cortes autonómicas desecharon en minutos una iniciativa popular con más de 30.000 firmas para proteger las montañas. Aramón no ha querido dar su versión para este reportaje.
La carrera entre las comunidades es desenfrenada. Y surgen proyectos en lugares protegidos. Probablemente el más polémico sea el de San Glorio, entre Palencia, León y Cantabria. La Junta de Castilla y León, del PP, modificó el plan de ordenación de un parque natural para permitir el esquí. Asociaciones ecologistas como la Plataforma para la Defensa de la Cordillera Cantábrica recurrieron al Tribunal Superior de Castilla y León alegando que la zona alberga una de las dos poblaciones de osos pardos que quedan. El Consejo Superior de Investigaciones Científicas envió en octubre un informe al tribunal advirtiendo de las «consecuencias muy negativas» que la estación supondría para los osos; 36 pueblos de la zona han contraatacado con un escrito en defensa de la estación.
Entre los accionistas de la estación está David Álvarez, propietario de las bodegas Vega Sicilia, que a la vez enarbola la bandera ecologista contra una autovía que Fomento proyecta a través de una parte de sus viñas. El Gobierno del PSOE también apoya el plan: le ha concedido 1,7 millones como ayuda inicial de un fondo para zonas mineras deprimidas y la estación quiere llegar a los 44 millones.
Corripio detalla que en San Glorio las nevadas se han reducido una media de 70 centímetros de nieve en medio siglo mientras que la temperatura ha subido casi un grado. «Es inconcebible que se haga esto. En Austria es impensable. En Los Alpes están muy preocupados por el cambio climático y eso que pueden subir las pistas y cerrar las más bajas, pero en España eso es imposible porque la altura es menor. En Alemania no se pueden usar cañones si no hay nieve en la ladera porque afean el paisaje». Los modelos de cambio climático no se utilizan en España en la evaluación del impacto ambiental de las obras.
Las estaciones no quieren oír hablar del cambio climático, pero no sólo por escepticismo, sino porque puede arruinar su gran negocio: la venta de casas. Los forfaits, los alquileres de botas y los restaurantes dan dinero y crean empleo. Pero además, la mayoría tiene asociadas operaciones inmobiliarias. Y una vez vendidos los chalés no importa lo que ocurra en 30 años. Además, al correr el dinero público con la inversión en los remontes el negocio es redondo.
Hay múltiples ejemplos: la fiscalía de Huesca ha denunciado el convenio urbanístico que Aramón firmó con un Ayuntamiento para construir 2.000 viviendas y 1.500 plazas hoteleras junto a la estación de Castanesa, en un pueblo de 311 habitantes. La inmobiliaria Fadesa planea invertir 500 millones en una estación en Lleida junto a la que irán 900 viviendas y 2.200 plazas hoteleras en Espui, de 80 habitantes.
Un responsable autonómico que ha avalado uno de estos proyectos explica por qué proliferan. «No es que ignoremos el calentamiento. Probablemente no dure mucho la estación y el esquí no es rentable, pero con esa inversión dinamizamos la economía de zonas de montaña deprimidas. Tiene impacto ambiental pero muchas veces no se sabe en qué invertir allí. Si en 20 años ya no puede funcionar, estará ya amortizada. Hay algunas que se hacen con cuidado ambiental y otras que no tanto». Para hablar tan franco exige el anonimato. Así funciona el esquí.