Mi valle tiene un cáncer que se llama Aramón. Un cáncer extendido ya en el valle de Tena y que amenaza a Castanesa y las montañas turolenses. El mismo cáncer que con otros nombres aniquiló hace décadas gran parte de la costa mediterránea. Un cáncer que podemos pero no queremos curar. Un cáncer del que tenemos miedo de hablar. Y no es el esquí, sino todo el negocio especulativo que se hace en su nombre. Muchos vecinos saben que Aramón les engaña, pero nadie levanta la voz. Unos porque peligra su empleo, otros por el “qué dirán”, y otros, por ese miedo ancestral a opinar en contra del poder. Hablo de poder porque esta empresa es mitad un banco (Ibercaja) y mitad Gobierno de Aragón. Y es un doble discurso el que utilizan: como empresa, han de recoger beneficios, como gobierno, actúan en nombre de la democracia.
Hablo de miedo sin sentirlo yo ya, aunque hace poco tiempo recibí una amenaza pública y directa del presidente de Aramón en una reunión con los empresarios del Valle. Realicé, con mucha educación, un par de preguntas de difícil respuesta. Textualmente, me dijo este señor: “sabemos quién eres y te podemos hacer mucho daño”. ¿Qué van a hacerme, pincharme las ruedas del coche?
Pero hay otro miedo aquí, y es el que tienen ciertos políticos a que su propio electorado esté correctamente informado. En el número de junio de Desnivel sale anunciado un festival de cine de montaña en Castejón de Sos, patrocinado por dicho ayuntamiento (PSOE). Inocentemente presenté mi corto, “Acta de defunción por Espelunciecha”, protagonizado por el profesor Eduardo Martínez de Pisón y proyectado en numerosas salas, incluida la Librería Desnivel. Qué sorpresa cuando me enteré de que los organizadores fueron advertidos de que si entraba en concurso mi corto, el ayuntamiento retiraba la financiación del festival. Valientemente, los organizadores decidieron suspender el festival antes que censurarlo. Todavía estoy esperando la cita con la alcaldesa, oficialmente solicitada, para que me explique qué es para ella la libertad de expresión.