Los soleados días de invierno no sólo han mostrado una cálida estampa navideña, sino que también han dejado las estaciones de esquí con muy poca nieve. De hecho, no ha nevado en el Pirineo ni en diciembre ni en lo que llevamos de enero, según las mediciones oficiales de Meteo.cat. Y la que está, o es «vieja» –la que aguanta de otros nevadas de finales de noviembre– o ha sido generada con cañones de nieve artificial: las pistas de esquí con nieve artificial.
La estación de La Molina, por ejemplo, sólo tiene a estas alturas un 54% de pistas abiertas, que representan un total de 35 kilómetros esquiables. La estación, sin embargo, tiene hasta 513 cañones de nieve que permiten innivar 38 pistas (59% de toda el área esquiable). Desde Ferrocarrils de la Generalitat de Catalunya (FGC), la empresa pública que gestiona La Molina y cuatro estaciones de esquí más –que fueron rescatadas con dinero público y ahora pertenecen al patrimonio de la Generalitat, a pesar de que todas generan pérdidas anuales–, lamentaron en varios comunicados tanto «las temperaturas más altas de lo normal» como «las dificultades con la nieve en La Molina».
De momento, han sido subsanadas en gran parte gracias a la producción de nieve. Ahora bien, el coste económico es alto: más de un millón y medio de euros, el año 2017, para producir nieve. También el ecológico: por cada metro cúbico de agua, sólo se obtienen dos metros de nieve (aparte de los compuestos químicos con los que se mezcla el agua).
La falta de nieve natural, incluso, ha obligado a mantener cerrada la estación de Tavascan, desde la que han tenido que desviar las reservas de forfaits y hoteleras que ya tenían contempladas a otras zonas de la comarca del Pallars Sobirà (Lleida). Otras estaciones como el Vall de Núria ni siquiera tienen, según datos de esta semana, el 55% del dominio esquiable activo. Mientras que otras estaciones tienen una situación mejor, como Espot y Port Ainé, que superan el 75%.
«Hemos tenido un diciembre anticiclónico, que genera un proceso de inversión térmica»
Esta cálida climatología está detectada y confirmada por el Meteocat. Aleix Serra, técnico del Instituto de Meteorología de Catalunya, explica a Público que la estación de control que tienen en el Puerto de la Bonaigua –a 2.260 metros de altura–hay actualmente 31 centímetros de nieve, cuando la media en estas fechas del año sería de entre 80 y 90 centímetros. «La anomalía más grande se está produciendo allí donde se supone que, en este momento del año, ya debería haber una considerable capa de nieve». Se trata de la parte occidental del Pirineo y el valle de Aran. Este vacío de nevadas es debido a la falta de precipitaciones y a las temperaturas más altas de lo normal. «Hemos tenido un diciembre anticiclónico, que genera un proceso de inversión térmica: en la montaña había temperaturas altas, mientras que en el interior del territorio se desplomaban las temperaturas y se concentraba mucha niebla», añade.
En todo caso, no es la primera vez que Catalunya registra un invierno cálido. Sin ir más lejos, también lo fue el de inicio de 2016, así como los de 2012 y 2007. Aunque es muy temprano para evaluar esta tendencia como consecuencia directa del calentamiento global, es evidente que las expectativas de detener el cambio climático no son –por ahora–demasiado optimistas. La desaparición de glaciares pirenaicos son una muestra. Aplicado a las temporadas de esquí, se calcula que difícilmente se podrá esquiar con nieve natural bajo los 2.000 metros de altura.
La falta de nieve natural multiplica la necesidad de fabricar nieve artificial. Y consecuentemente, se multiplica el volumen de agua extraída del Pirineo y el consumo energético. Esta es la denuncia de Joan Vàzquez, presidente del colectivo ecologista Ipcena, quien cree que la sustracción de los recursos hídricos, además, «altera las pluviometrías y el ciclo hidrológico en la montaña». Igualmente, a medida que el calentamiento global se agrave, apunta Vàzquez, se hará más necesaria la fabricación de nieve, intensificando la extracción de recursos naturales.
Sin embargo, el director de la Asociación Catalana de Estaciones de Esquí y Actividades de Montaña, Joaquin Alsina, relativiza el impacto y cree que no es relevante. «El agua, para la producción de nieve en el sector del esquí, es equivalente a usar agua para el riego en la agricultura». Un recurso con el que sostener una actividad económica. En todo caso, apunta, «el porcentaje de pistas con cañones de nieve en nuestro país es muy inferior al de los países alpinos (Austria, Suiza, Francia, Italia, etc.) y también al de los países nórdicos, como Noruega, Finlandia, etc».
Cada estación tiene autorizado el uso de una cantidad determinada de agua por temporada. Y en temporadas largas como ésta –la Semana Santa no llega hasta finales de abril–hay que dosificarla. Pero la extracción del agua no es la única crítica de los ambientalistas. Desde la entidad estatal Ecologistas en Acción también critican la pérdida de vegetación y alteración de los arroyos, así como los desarrollos urbanísticos que siempre acompañan a las estaciones (accesos viarios, túneles, aparcamientos, vivienda, hoteles, restaurantes, canalizaciones, cableado, sistemas de residuos…).
En todo caso, desde el Meteo.cat vaticinan una caída de las temperaturas hacia finales de enero, lo que situará el invierno en términos habituales a los de otros años. Aleix Serra asegura que en enero ya no está siendo tan cálido –con la bajada de temperaturas por la entrada de aire frío de la semana pasada– y que a finales de mes se intensificará la caída de los termómetros. Además, el momento álgido de acumulación de nieve (especialmente en el Pirineo gerundense) llega a finales de marzo y abril, junto con las lluvias (sorprendentemente, el invierno es el período más seco en algunas zonas del territorio).
Por ello, el director de la asociación de pistas de esquí, Joaquin Alsina, se muestra prudentemente optimista sobre su percepción de cómo irá la segunda parte de la temporada: «A pesar de que siempre sea arriesgado hacer pronósticos sobre el futuro, las previsiones nos dicen que en febrero estará ya en la normalidad del invierno, por lo que esperamos terminar la temporada con buenos datos de afluencia y de ingresos».
De hecho, el sector no se muestra descontento, a pesar de la falta de nieve. La vicepresidenta del Consejo Comarcal del Pallars Sobirà, Anna Panisello, explica: «La temporada está siendo muy buena, por la poca nieve que hemos tenido, acercándonos a una ocupación hotelera del 80%». Además, el hecho de que la Semana Santa caiga este año tan tarde –hacia el 19 de abril–alargará la temporada. «Esperamos que la gente no cambie el chip con la playa, y en abril aún quieran venir a hacer deporte de montaña», añade Panisello.
Según diversos estudios, el impacto económico del turismo de la nieve es notable. Investigadores del centro de estudios Sports Lab -de la Universitat Pompeu Fabra- lo cifran en el 20% del PIB de los municipios que acogen estaciones, así como en el 12,2% del PIB de la comarca de Pallars Sobirà y el 5,5 % de la Cerdanya. Y por eso estaría justificada la elevada inversión pública (según cifras disponibles de 2017, las estaciones de esquí habían generado una deuda global a FGC de unos 60 millones de euros). Tal y como apuntaba el anterior director de FGC en declaraciones a Público del año 2017, «el tema no es si una estación es deficitaria o no, sino que la compensación para el territorio es grande y genera puestos de trabajo» en restaurantes, hoteles y estaciones empresas derivadas. Y lo equiparaba a la necesidad de implicación del sector público «en educación y salud».
En cambio, sectores populares de la zona no lo ven así. «Es una obscenidad que con los recortes en educación y salud que hemos tenido, estemos regalando dinero a las estaciones de esquí», añade el ecologista leridano Joan Vázquez. «Las estaciones públicas tienen pérdidas anuales de entre 10 y 12 millones de euros y nadie se escandaliza», añade. Por ello, pide el fin de las subvenciones públicas al mantenimiento de las estaciones, a pesar del impacto económico positivo que generen al sector privado local de la comarca.
¿Habría que cerrar todas las estaciones? «No es necesario, pueden quedar algunas, más especializadas en esquí de fondo, o las que ocupan menos superficie», apunta, al tiempo que apuesta por otro tipo de desarrollo rural: recuperar la industria ganadera, potenciando la vaca bruna y la oveja xisqueta, que son las variedades locales pirenaicas; el tejido de la lana de estas ovejas; la agricultura ecológica con una escalabilidad aumentada; la industria forestal, con un aserradero en condiciones y la reimplantación de una secadora de las maderas …
Una última amenaza sobrevuela el Pirineo: los Juegos Olímpicos de Invierno. Parados actualmente por la alcaldía de Ada Colau en Barcelona, es un tema recurrente y nada descartable para el futuro. Así lo consideran (y denuncian) desde la plataforma Salvem el Coll, que reúne los contrarios al nuevo proyecto de FGC en Bagà (Barcelona): un telesilla que debe enlazar la antigua estación de Coll de Pal con La Molina.