Artículos de opinión. 21-03-2006

AMAR LA NATURALEZA
CARMEN Bandrés (20/03/2006)
Cada fin de semana, un aluvión humano invade el Pirineo; tras la visita, queda un sedimento indeseable en forma de residuos, erosión y vestigios que no debieran formar parte de tan espléndido marco natural; que lo degradan y restan a las generaciones venideras la oportunidad de conocer un entorno maravilloso en su estado puro.
Todos pensamos que la culpa es de los demás, que son otros los que sobran y que es a ellos a quienes debería limitarse el acceso. Tampoco se trata de crear más reservas ilusorias que focalizan visitas indiscriminadas, ni de restringir todo tipo de actividades, pues algunas de ellas han conseguido revitalizar los valles y fijar una población, condenada de otra forma a la emigración.
Es, obviamente, una cuestión de respeto y educación. Pero, el Hombre, que también forma parte del medio ambiente y de la naturaleza, es, además, su principal agente destructor. Intereses miopes y especulación urbanística acechan a la sombra de deportes como el esquí o el golf, los cuales, mal enfocados, pueden tornar en desastre lo que estaba llamado a ser solución.
Todavía es posible una opción de desarrollo sostenible.
*Escritora

VIVIR EN LA MONTAÑA
ANTONIO Domínguez (21/03/2006)
Se encontraron en el Portalet. No podían elegir mejor lugar, esa cima fronteriza en la que pactos y más pactos entre ganaderos y pastores de ambos lados dirimían con talento y palabras frecuentes conflictos sobre quítame allá unos pastos. Por una parte, la Plataforma en Defensa de las Montañas y de otra, los alcaldes de municipios montañeses. Todos estamos de acuerdo en mantener puro y vivo un paisaje al que acudimos de cuando en cuando para oxigenarnos (eso sí, en autobuses, coches, motos y demás ingenios –exceptuada la bicicleta– contaminadores, luego destructores). Pero existe otra realidad, la de quienes moran en valles y montañas sufriendo las evidentes inclemencias de un clima y condiciones habitacionales más que inhóspitas. Que unos y otros hayan acordado sentarse a hablar merece un sincero aplauso. Los alcaldes tendrán que pensar en los desmanes que causa una mala política de pistas, turismo, construcciones, especulaciones o similares. Y los ecologistas, en un hecho tan obvio y elemental que apenas merece ser considerado: ¿cómo y de qué viven los montañeses? Existen ejemplos mil. No se trata de decir esquí o nada, ni tampoco de que las gentes vivan de la mermelada, el queso y vender vacas. Existe un punto intermedio de encuentro: el respeto al medio natural, el freno al desarrollo destructor y la intervención para generar recursos que no se limiten en exclusiva al sector servicios. Ejemplos los hay en otros lugares de Europa. Aunque las Cortes de Aragón aún no hayan entendido la importancia de esa ley de Montañas que parece dormir el sueño de los justos. Profesor de Universidad

Entre la despoblación y la inmigración
ARAGÓN vive durante estos últimos años un fenómeno humano que incide en sentido inverso sobre su demografía: la inmigración, cada vez más presente y numerosas en su territorio, y la despoblación, muy agudizada en las zonas rurales.
En este sentido, nuestra Comunidad sigue las pautas del resto del país, si bien tanto en el primero como en el segundo caso tiene características más acusadas, es especialmente en la pérdida de censo poblacional, donde sigue una tendencia extremadamente negativa, como ocurre en las áreas rurales y de montaña. En algunas de ellas puede decirse que todavía sigue el goteo de la fuerte emigración padecida en las décadas de los cincuenta y sesenta, donde la provincia de Huesca logró el triste récord de situarse en primer lugar en pueblos abandonados. Si entonces muchas de estas economías rurales ya no pudieron superar la revolución que supuso la mecanización agraria, la posterior economía de mercado con la Política Agraria Comunitaria (PAC) ha terminado por hacer difícilmente rentables unas explotaciones pequeñas y precisadas de una reconvención total.
La llegada de inmigrantes durante los últimos años ha detenido la peligrosa curva descendente que experimentaba el censo de Aragón, cada vez más centrado y concentrado en Zaragoza, pero no hasta el punto de solucionar el grave problema demográfico que esta tierra padece y consolidar su población. Primero, porque en algunas zonas es muy difícil el asentamiento de población inmigrante por sus exigencias y falta de adecuación al medio y, también, porque en muchos casos la mano de obra que llega de fuera soluciona seguramente una coyuntura o una situación, pero no queda lo suficientemente arraigada e integrada, de tal manera que permita un desarrollo equitativo y armónico de la economía y, consecuentemente, de la sociedad.
A fin de corregir este y otros desajustes, normales entre gentes que llegan a un país nuevo, desconocido y diferente en una situación de necesidad, hay que desarrollar políticas y conductas que tiendan a la integración, al conocimiento y a la tolerancia entre nativos y foráneos. Un trabajo que empieza en la escuela y sigue en todos los aspectos humanos, familiares, laborales y profesionales, a fin de conseguir no sólo un incremento del censo, sino un relevo poblacional lo más completo posible.

Carta al Periodico de Aragón. Badaguás. Normas para todos
Un pueblo andaluz en el Pirineo. Desde varios kilómetros de distancia puede apreciarse el enorme caserío de la urbanización levantada en Badaguás, perteneciente al municipio de Jaca, con sus casas blancas, como un pueblo andaluz. El impacto visual es considerable y desde luego ajeno a la tipología de los pueblos de la zona.
Contrasta la libertad que se le ha concedido al constructor con las exigencias que ese mismo ayuntamiento impone a los particulares. No es posible poner una pequeña terraza en una vivienda por su impacto visual (¿mayor que el de Badaguás?); allá se ponen pegas para ampliar una ventana. Estaría bien, si las normas fueran iguales para todos.
Joaquín Lerma Enciso . Zaragoza

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