Un cuento de navidad llamado castanesa

Me disponía a entregarme a la paz y tranquilidad de la Nochebuena cuando me llegó la noticia: Castanesa ha sido aprobado. Curiosamente, hacía apenas unas horas que había entregado a Aragon2.com un texto hablando de estas cosas y de la ley de la montaña; y ahora se daba el visto bueno a construir una inmensa estación de esquí con sus urbanizaciones asociadas en Castanesa: un valle pirenaico de alta montaña, casi virgen en las puertas de los glaciares del Posets, modelado por la conjunción de una naturaleza portentosa y una ganadería milenaria.

Lo primero que me vino a la mente fue el conocido relato de Dickens Un cuento de Navidad, protagonizado por un señor Scrooge que no celebra la Navidad preocupado sólo por los negocios y ganar dinero a costa de lo que sea. Precisamente el relato comienza en ese momento, la víspera de Navidad.

Me costaba creer que mientras todo el mundo, en mayor o menor medida, anduviésemos pensando en pasar en paz con los seres queridos las inmediatas fechas, hubiera alguien que, como el señor Scrooge, tratara de aprovechar esa pausa navideña en beneficio propio, para tratar de que ese anuncio pasara lo más inadvertido posible y en unas fechas en que la contestación es complicada.

Pero más allá de cuestiones morales, sí que llama la atención que un proyecto que va a ser el más importante de Aragón en la próxima década –o al menos el que más inversiones públicas aragonesas va a necesitar, cifradas en varios cientos de millones de euros- sea aprobado de esas maneras, tratando de que nadie se entere, en vez de hacerlo con luz y taquígrafos, con todo lujo de detalles para que los aragoneses sepamos a qué se van a dedicar nuestros impuestos y el empeño de nuestros gobernantes.

Y la lectura de la aprobación oficial no hace más que ahondar esa sensación. Está plagada de lagunas por definir: está aprobado cuando todavía no han llegado los informes que digan si habrá agua, si será segura frente a aludes o deslizamientos de laderas, si hay fauna o flora de interés… incluso falta por llegar un estudio que diga si hay o no nieve ¡en un proyecto de nueva estación de esquí!

En todo caso, es un reflejo de sus defectos: este proyecto fue urdido en la época de la burbuja inmobiliaria, con buena parte de sus características. Ahora que esa quimera ha estallado, dejándonos en la actual situación, el que más y el que menos anda dedicando su tiempo y esfuerzo a nuevos proyectos al margen del peligroso ladrillo. Y ahí aparece, como una isla, este proyecto anclado en ese resbaladizo pasado. Una arriesgada apuesta por seguir con el viejo modelo de faraónicos proyectos tiznados de hormigón y derroche, precisamente allí donde la montaña es más hermosa y tiene más potencial.

Desconozco si a los responsables de este despropósito, como al señor Scrooge, se les ha aparecido durante estos días el fantasma de la Navidad y les ha hecho reflexionar. Me gustaría creer que así ha sido, en ese caso todavía estamos a tiempo de rescatar las virtudes de ese proyecto –mira a la montaña y dice que hay dinero y empeño público para dedicar- y enfocarlas a otros proyectos más productivos social y ambientalmente.

Probablemente así, este cuento tendría un final feliz con unas montañas vivas y en paz, plagadas de proyectos que preserven y potencien su esencia en vez de malvenderla.

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