Han pasado los años y ha crecido en quienes poseen autoridad en ejercicio, pese a nuestros desvelos, ese afán de deterioro renovado del Pirineo que es propio del arranque de este milenio, y que tuvo aquí, en Espelunciecha, para los que queremos preservar su naturaleza y sus paisajes, la primera puerta de su ciudadela defendida y vencida.
También se ha formado, entre tanto, una fuerte vinculación entre aquellos defensores (y vencidos) y otros nuevos, que se ha renovado, entre otras cosas más cotidianas, en la persistencia de hacer desde entonces un homenaje anual al valle de Espelunciecha perdido con una ascensión a su ibón, que finaliza con una reunión en el Portalet de aquellos que nos reafirmamos en nuestros principios de amor a estas montañas y en la voluntad de defender sus calidades, aunque sea en solitario, cuando no se encuentra sino vacío en aquellos que tendrían la obligación de ejercerla en el nivel requerido.
Espelunciecha es, así, un símbolo de que aquí seguimos los de entonces, renovados, en la misma idea y para cualquier lugar.
Mientras tanto, algunos partidos políticos (no todos) parece que hicieran carreras para ver quién puede estropear más el Pirineo. Unas veces con quimeras, otras con proyectos en marcha, dividiendo el Pirineo en dos: las pistas deseadas y lo que queda fuera de ellas, deseable para ser asimilado en la primera categoría. De este modo, dan por sentado o dicen explícitamente que el que está en las pistas es dócil y afín, y el que va por fuera indócil y disonante. No vale, pues, lo que posee valor por ese valor, sino sólo lo que puede tener precio por ese precio. El enclave artificial creciente a costa de su entorno y a la busca de nuevas presas pretende tragarse así a todo su envolvente, desde el terreno local a la región natural en la que se enquistó. Pocos políticos se descartan de esta carrera nociva y hacen propuestas fundadas en contenidos responsables con los valores territoriales, es decir, de modos seriamente civilizados.
El objetivo es un campo sin campesinos, una naturaleza sin espontaneidad, un paisaje rural sin ruralidad. Así, los antiguos sonidos del trabajo en la mañana, los de los pasos en el camino al puerto se apagaron por el trepidar de los camiones y los fragores propios de los que borran los paisajes. En un relato de Mario Benedetti, un exiliado que pasaba sus días añorando los paisajes de su patria es visitado por un viajero que le dice: “si vuelves, ya no encontrarás lo que guardas vivo en tu memoria. Esos paisajes ya no existen: todo es ahora andamios y escombros. Los paisajes no te han esperado, no han aguardado tu retorno. Ya no hay donde volver”. ¿Es así también el futuro de nuestras montañas?
Siempre nos quedó la escritura para revelar los hechos, esos tristes hechos. Si de ellos fue y es la demolición, de nosotros fue y es la crónica.
Pero esto no fue suficiente ni ahora nos parece bastante. También tenemos propuestas y capacidad para luchar por ellas. Frente a Castanesas y olimpiadas que no buscan sino prolongar la vida a un proceso especulativo que está agonizando, podemos mostrar y encauzar proyectos locales y generales de preservación conjunta de la montaña. No hay o la nada o nosotros, como repite Aramón: hay otra vía, competente, capaz, seria, fundada en la animación de los valores y no en la reanimación del deterioro.
Y ahora, primero porque la montaña lo requiere en su integridad, y segundo porque la vía autonómica está bloqueada y la nacional no pasa de vaporosa para proyectos profundos de conservación territorial, nuestra propuesta está formulada en un proyecto transpirenaico de fusión de ambas vertientes, nacidos de la admiración común del Pirineo y de una voluntad expresa para su preservación conjunta. Es el momento de abordar definitivamente un proyecto integral, de una oferta europeísta que pasa de lo local a lo internacional, de una acción agrupada que se concreta en la consecución de un Parque Internacional de los Pirineos, por tanto transfronterizo, como un avance real de civilización, en nuestro campo, en eso que algunos llaman la construcción de Europa. Esto es Espelunciecha en 2010: un paso adelante en la voluntad de conservación y un objetivo de entidad mayor hacia el que encaminar los pasos.