La prestigiosa revista National Geopraphic publica en su número de marzo de 2004 un completo reportaje sobre la perdiz nival (o lagópodo alpino), titulado «Un superviviente en los Pirineos».
El estupendo reportaje sobre esta especie desvela que apenas quedan 500 parejas de este ave blanca amenazada por «el cambio climático y las crecientes infraestructuras destinadas a la práctica del esquí. que reducen año tras año el hábitat en los Pirineos de la perdiz nival o lagópodo alpino».
Pero aún dice más. De todas las subespecies del mundo del lagópodo, la pirenaica es la que presenta un futuro más incierto.
«Los deportes de invierno en todas sus modalidades (esquí alpino, heliesquí, motos de nieve, travesías, etc.) y los complejos turísticos que se levantan para su práctica están provocando la alteración irreversible del hábitat y el incremento de depredadores generalistas que llegan en busca de los desperdicios orgánicos generados por los humanos. Estas instalaciones conllevan el tendido de remontes, lo que ha aumentado la mortalidad de los lagópodos alpinos por colisión», dice esta revista que muestra una fotografía impactante de una perdiz nival muerta en la nieve debajo de una torreta de telesillas.
Los especialistas piden medidas de protección del hábitat, y que el lagópodo sea declarado Ave del Año en 2005, para adquirir un protagonismo frente a su delicada supervivencia en nuestra montañas.
Pese a tanta voz autorizada, el Gobierno de Aragón no ve impacto en la fauna con las ampliaciones de Formigal y Cerler. Entonces, ¿para qué tanto técnico y tanto biólogo en la Consejería de Medio Ambiente de Aragón, si la decisión política y final ya está tomada de antemano por presidentes y vicepresidentes de gobierno, y por banqueros con claros intereses inmobiliarios?