De la misma forma que un paisaje digno y puro nos conmueve y saca lo mejor de nosotros mismos, cuando contaminamos o destruimos lo que nos rodea ponemos de manifiesto lo peor de nuestra relación con nuestro hogar en el universo.
Por eso hoy quisiera alzar la voz para decir que muchos lugares de España, y del mundo, están en peligro y debemos tomar medidas para evitarlo. Nos jugamos mucho en ello. La frívola y perversa idea, “occidental y desarrollada”, de que la Tierra nos pertenece y que por tanto, podemos destruirla y contaminarla, contradice la terca realidad. Somos nosotros los que pertenecemos a la Tierra, ella “ya estaba ahí”, como diría Mallory del Everest, miles de millones de años antes de nuestra llegada y probablemente,cuando nuestra especie desaparezca, el planeta seguirá su camino ignorando lo que fue apenas un soplo en su existencia. De ahí que los planes expansionistas de algunas estaciones de esquí, en las montañas de Aragón,(con silencios cómplices que me recuerdan lo peor de actitudes caciquiles de la España negra) o en la cordillera cantábrica o en Sierra Nevada, significaapenas la punta de un iceberg que pone de manifiesto una ola terrible de desarrollo incontrolado que llena de cemento, grúas y postes nuestros mejores paisajes. Podría pensarse que ése es el coste que “debemos” pagar, nos dicen, por mejorar nuestra calidad de vida. Pero, ¿realmente la mejora?
Y más aún: cuando perdamos los paisajes que nos han convertido en el segundo país del mundo en turismo, ¿qué nos quedará? ¿No resulta extraño cuantomenos que justo cuando la ONU alerta en un informe técnico incuestionableque en un plazo de unos 30-50 años, el 50% de las estaciones de esquí tendrán que cerrar, se habla de ampliación en unas montañas que tendrán aún menos nieve por estar situadas más al sur y ser menos altas?¿No serán proyectos meramente especuladores de urbanizaciones, etc? La España del siglo XXI no puede optar entre desarrollo y conservacionismo, porque no tenemos otra salida que conservar. Por eso gente tan prestigiosa como Eduardo Martínez de Pisón, Joaquín Araujo, Reinhold Messner, Ecologistas en Acción, la Revista Desnivel y muchos más, alzamos la voz para pedir mesura y prudencia a nuestros gobernantes. Es probable que estemos matando a nuestra única gallina de los huevos de oro. Nuestra responsabilidad es entregar intacto el legado de la Tierra que heredamos a nuestros hijos.