Candanchú puso el cierre a la temporada de esquí el 8 de abril con casi todo su dominio esquiable abierto (43 km) y espesores de 4 metros de nieve. Gracias a las continuas y tardías nevadas del invierno, lo que ha sido un recurso abundante este año, quizá escasee el próximo. Por ello, la estación está llevando a cabo un proyecto pionero que consiste en guardar parte de la nieve, cubriéndola con un material aislante que evite que se derrita, para poder aprovecharla en otoño.
Desde hace varios días, trabajadores del centro invernal, utilizando las máquinas pisapistas, han apilado nieve en la zona de Pista Grande, cerca del aparcamiento, para luego taparla con paja. «Se ha de cubrir con un material aislante. Normalmente se usa serrín pero, como en nuestra zona no hay aserraderos cerca, hemos decidido poner paja», explicó el director técnico de Candanchú, Abraham Bartolomé. Si la iniciativa tiene éxito, la idea es ampliarla a otras zonas de la estación en próximas campañas.
El proyecto no tiene precedentes en España, «al menos no sabemos que se haya hecho nunca», aclara Bartolomé, aunque sí se utiliza en países como Austria y Suiza, en los Alpes. La primera estación que lo probó fue Davos para garantizarse en octubre la apertura de una pista de esquí nórdico de 4 kilómetros. También recurrido a este sistema Rusia, en la primavera de 2013, pensando en los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi en 2014, ya que ese invierno había sido muy templado y no se fiaban de tener nieve para las competiciones.
Candanchú tardó tres días en apilar la nieve y ahora la está cubriendo con paja, un material inocuo en la montaña. Ha almacenado 12.000 metros cúbicos, con una altura máxima de 8 m. Está previsto concluir la operación el jueves. Con esa cantidad se podría abrir una superficie esquiable en Pista Grande, en caso de que el inicio de la próxima temporada no fuera favorable.
«Hemos aprovechado las nevadas intensas de este invierno y el hecho de que los cañones de nieve artificial de esa zona habían generado grandes espesores. Apilamos la que pudimos con las máquinas pisapistas porque todavía quedaba bastante», comentó Abraham Bartolomé, quien añadió que el objetivo es intentar que se mantenga la mayor cantidad. Candanchú cerró la zona de la Tuca con espesores de más de 6 metros y abajo, donde se está apilando, había hasta 4 metros, sobre los que se han echado otros 4.
Por la experiencia de otros lugares, podría conservarse en torno a un 70% hasta la próxima campaña. «La emplearemos en hacer una pista entera o, en caso de que nevase, en ayudar en determinados puntos que son mas complicados de innivar», aclaró.
El punto elegido está a 1.500 metros, una altitud similar a la de la estación suiza de Davos. Además de influir la cota, también son determinantes la temperatura, la insolación y la humedad. Los turistas que pasee por la estación a partir de estos días se encontrarán con la curiosa imagen de una gran montaña de paja.
Los inicios de la temporada invernal casi siempre son complicados para el turismo de la nieve, por eso, justificó la estación del valle del Aragón, se han lanzado a realizar este ensayo, que en posteriores campañas se podría repetirá, con más montones, «para garantizarnos abrir las pistas antes de diciembre». Asimismo se quiere comprobar la rentabilidad de esta operación en comparación con la nieve artificial fabricada con los cañones.
Y es que las estaciones se enfrentan cada año a la incertidumbre del cambio climático. Las áreas de montaña, según los científicos, son especialmente vulnerables al calentamiento global. De hecho, las temperaturas en el Pirineo han subido 1,20 grados desde los años 60. El Instituto Pirenaico de Ecología, dependiente del CSIC, llevó a cabo un proyecto de investigación, Nivopyr, para ver su influencia en el turismo invernal, un motor económico en los valles pirenaicos. El estudio incluía las 49 estaciones de toda la cordillera estableciendo tres perfiles según su vulnerabilidad y sugería la aplicación de medidas de adaptación técnica.