Aramón y las demás ‘bromas’ públicas

Hace bien poco, el consejero Bono presentó en las Cortes aragonesas un informe muy elegante y reluciente sobre la situación de las empresas públicas. De tal documento se podían extraer datos escalofriantes relativos a dichas empresas (casi cien kilates de déficit anual y un agujero de cuatrocientos y pico millones), pero en realidad apenas describía el putiferio que hay montado. Tan es así que ahora nos explican las medidas para deducir la carga salarial de Aramón y nos describen, como sin querer, una situación alucinante: ¡49 directivos en los despachos!, ¡salarios de alta dirección!, ¡de 70.000 a 100.000 euros anuales más incentivos!, ¡coches con chófer!… Como estará aquello que para consolarnos nos prometen echar ya a la calle a media docena de cargos cuyas áreas «no tienen actividad». Genial, oye. ¡Qué diantres hacía allí esa gente si estaba inactiva!
Aramón debe 78 millones. La mitad corren a cargo de los contribuyentes aragoneses y la otra mitad va por cuenta de los clientes de Ibercaja. Sin embargo, en el colmo del pitorreo, la información sobre el organigrama de esta sociedad y sobre quiénes son y qué hacen sus altos ejecutivos nos es vedada con singular alegría. ¿Transparencia? Tururú. Las empresas públicas aragonesas funcionan con el dinero de todos (que pierden a espuertas, como digo) pero no rinden cuentas a nadie. No desde luego a la opinión pública, a la que desde hace lustros vienen entreteniendo (los que mandaban antes y los que mandan ahora) con publirreportajes sobre los motorlanes, plazas, aramones, barrios del AVE, aeródromos y otras supuestas maravillas. De todo ese mundo nos cuentan lo que les interesa y nos ocultan todo lo demás. Mientras, las operaciones y proyectos que allí se llevan entre manos acumulan déficits asombrosos, bajo la dirección de gente que nadie sabe cómo y por qué fue contratada pero cuyos sueldos causan sensación.
Aunque, claro, ¿qué nos podría contar de todo eso el consejero Bono cuando él mismo ha sido alma corazón y vida de Aramón y ese mogollón de 49 directivos ha de ser obra suya? ¡Bufff!, qué feo es todo esto.

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