Un espelunciecha indispensable

Queridos amigos:
Tengo tanto vivido y sentido por el Alto Aragón que os aseguro verme desalojado de mi pasión al no compartir con vosotros el digno y profundo significado de este encuentro. En el que además participan tantos queridos y admirados amigos de la desobediente soledad de las montañas.

Os leerán a continuación algunos fragmentos del capítulo con el que colaboré en el libro colectivo sobre las montañas que se publicó a finales del pasado año y que tiene casi los mismos autores que conferenciantes esta convocatoria.

Algo compensará esas palabras, espero, mi ausencia debida a la extrema gravedad que padece mi padre.

Sólo quiero manifestar mi cercanía, mi compromiso viejísimo y no menos la irrenunciable necesidad de denunciar tanta necedad.

Esa que desmonta al monte.

Esa que le quita su mejor canción –el silencio- a la vida. Esa que reduce y hasta destierra el placer del esfuerzo.

Esa que nos arrebata a nosotros mismos la posibilidad de luchar, en pie de igualdad, por el mantenimiento de las mejores moradas del esplendor.

Espelunciecha no sólo es un enclave concreto, acaso no tan grande, acaso no tan emblemático pero… SÍ INDISPENSABLE.

Si nos ha movilizado, como lo está haciendo, es porque representa algo que todos nosotros llevamos puesto con digno orgullo y que nos arrebatan cada vez que alguien domestica un poco más montañas.

Espelunciecha es como ese suspiro de alivio, como ese sorbo de agua fresca, que necesitamos para que se desvanezca el cansancio o la sed.

Es una de las ya insustituibles posibilidades de que este mundo, resquebrajado por las urgencias, tenga lugares para que las almas cansadas sigan encontrando un regazo donde abrazarse a la libertad. ¡Gracias! Espero que nos encontremos pronto, sobre todo en unos Pirineos con algo de sentido, es decir, ¡con sus Espelunciechas íntegras!.

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