Cosecha de telesillas
Valle de Espelunciecha (Huesca)
Nunca pensó que un día hablaría a los diputados regionales desde la tribuna de oradores del Parlamento de Aragón. Juan Carlos Cirera, veterinario, de 42 años y miembro de la Sociedad Española de Ornitología, acudía el pasado diciembre algo nervioso a esta Cámara para defender una iniciativa legislativa popular respaldada por las firmas de 30.000 aragoneses en favor de una ley de protección de las montañas. “Lo que pedía la propuesta era un régimen especial por encima de los 1.500 metros de altitud”, precisa este montañero. “Pero tampoco esperábamos que fuese aprobada tal cual; lo que queríamos era que el texto al menos se debatiese para fijar una regulación en Aragón, aunque en la tramitación se cambiase”. Esto no ocurrió. Llegado el turno de la votación, los 10 diputados de la Chunta e IU apoyaron su toma en consideración, los 22 del PP se abstuvieron, pero los 33 del PSOE y el PAR tumbaron la propuesta. Según había argumentado el portavoz socialista, “ya existen suficientes cautelas”.
La historia de esta iniciativa popular había surgido, en realidad, lejos de allí. Empezó entre las majestuosas cumbres nevadas del Pirineo oscense, en el hermoso valle de Espelunciecha, más o menos a la vez que las excavadoras comenzaran a remover la tierra de sus laderas y se levantaran las torres de los telesillas para las nuevas pistas de la estación de esquí de Formigal, propiedad de Aramón (participada a partes iguales por el Gobierno de Aragón e Ibercaja). Como incide José Luis Latas, acompañado por Mariano Polanco, ambos de Ecologistas en Acción e integrantes de la Plataforma en Defensa de las Montañas de Aragón, “el problema de la ampliación no son sólo los daños en la cubierta vegetal, los telesillas, los aparcamientos o las carreteras, sino que la única forma de rentabilizar una estación de esquí pasa por el sector inmobiliario. Y ya han empezado a recalificarse terrenos en Sallent de Gállego”.
Para este informático y montañero que vive en Zaragoza, cuyos recuerdos de infancia tienen a menudo como fondo las verdes praderas de Espelunciecha, la alternativa que defendían desde la plataforma era crecer en calidad y no en superficie. “Se ha perdido otro valle. Cada año perdemos nuevas zonas de montaña y no ganamos ninguna. Si retrocediésemos cinco o diez años encontraríamos muchos valles vírgenes que hoy están destruidos. Y si ésta fuese una zona deprimida, aún; pero aquí no existe prácticamente paro”.
En los pueblos de la cordillera pirenaica, sin embargo, son muchos los que apoyan el incremento de las pistas de esquí. En el caso de Espelunciecha y las heridas abiertas en el paisaje, el Departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Aragón asegura: “Se cumplió toda la normativa medioambiental, se realizó la declaración de impacto correspondiente, se hizo el seguimiento de las condiciones impuestas en esa declaración, y cuando el promotor no las respetó, en el caso de regeneración de la cubierta vegetal o la afección a una turbera, se impusieron las sanciones correspondientes”. Además, destaca que “en la declaración de impacto ambiental se recortó en un 40% las pretensiones del promotor, Aramón, por su impacto visual”.