Borges concluía su poema De que nada se sabe con un interrogante demoledor: «¿Qué cumbre puede ser la meta?»
Según un amigo mío, los montañeses nos pasamos la vida haciéndonos esa pregunta, y otras de parecida naturaleza, mientras contemplamos con amor, respeto y desconfianza los picachos: «¿Cuál será la cima?; ¿qué habrá detrás?».
Además de inverosímiles bellezas, detrás se descubren mezquindades, ambiciones destructoras y caminos a metas absurdas, trazados por la absurda mano humana. A raíz de esos desagradables descubrimientos, miles de apasionados de la montaña sentimos desazón y hasta vergüenza al ver los desmanes que se están cometiendo en el paraíso pirenaico con la excusa de facilitar el acceso a su magia.
La Plataforma en Defensa de las Montañas de Aragón inicia de nuevo hoy otra campaña que reclama el apoyo ciudadano para tratar de poner coto legal al desaforado desarrollismo salvaje que está demoliendo lo más bello del país. No lo dudéis.
Suscribid la petición de que en las Cortes, al menos, se debata este asunto. Y se le ponga límites, por favor. Lo que está pasando no atiende ni a cumbres ni a metas, sólo a fútil y apestoso dinero.