Identificar con la máxima antelación posible los impactos del cambio climático y diseñar mecanismos que permitan minimizarlos y favorezcan la adaptación es el objetivo que persigue el Observatorio de Cambio Global de Sierra Nevada, en Granada. Los resultados más relevantes obtenidos por ejemplo de los modelos climáticos están en sintonía con los de escala planetaria. En Sierra Nevada hay una tendencia al ascenso de temperaturas y a un ligero descenso de precipitaciones. En la última década se han registrado 12 días menos de nieve, que será un mes en 2035 si no se hace nada para evitarlo.
La tendencia es mayor cuanto mayor es la altura, es decir, la reducción de la duración de la cubierta de nieve será mayor en las zonas más altas. Esa es a priori unas de las consecuencias más destacadas, pero en el observatorio se analizan otras variables no menos importantes como la biodiversidad, los sistemas acuáticos, los cambios de uso de suelo y la economía de montaña para comprender mejor los impactos del cambio global. Sierra Nevada es el único espacio seleccionado en el país para participar en la red internacional promovida por la Unesco.
Del trabajo realizado entre científicos y gestores, que se inició con «cierta complejidad» hace unos seis años y que se espera que «pronto esté consolidado» se pueden obtener multitud de datos, según explica el director del Parque Nacional y Natural de Sierra Nevada, Javier Sánchez. Así, el proyecto Glochamore (Cambio global en regiones de montaña) permite detectar también un cambio en la distribución de especies de flora: en los próximos años habrá un ascenso altitudinal en buena parte de las especies más relevantes de Sierra Nevada, lo que provocará una reducción en la zona potencialmente utilizable por dichas especies.
Igual que la flora, los sistemas acuáticos evidencian cambios. Hay una disminución progresiva en los caudales y un incremento de la magnitud de las avenidas. O en especies como la trucha común. El descenso poblacional tras un periodo de sequía o por lluvias torrenciales está constatado, según el conservador Ignacio Henares.
Las comunidades de aves de Sierra Nevada también muestran cambios significativos a largo plazo. Por ejemplo, la colonización de aves especialistas de medios forestales (mito, herrerillo capuchino, trepador azul), que estaban ausentes en los años ochenta y ahora aparecen en los muestreos. Además, las especies de cotas más bajas están colonizando la alta montaña. De ahí se deduce que la cota en la que se dan buenas condiciones climáticas durante gran parte del año parece haber ascendido en altitud.
En cuanto a los servicios ecosistémicos, el aumento de la protección legal ha supuesto una tendencia positiva para el abastecimiento y servicio cultural. Los servicios de abastecimiento suponen la base directa del mantenimiento de la actividad agraria y ganadera, que llega a ser hasta del 40% de la economía local, si bien esa fortaleza se ve contrarrestada por la amenaza de la rentabilidad de esas actividades en la montaña (edad media de agricultores y ganaderos unida a los bajos márgenes que tienen). Mejoran, sin embargo, los servicios culturales para responder a demandas urbanas como el ecoturismo.
El cambio en la “forma de trabajar” implica de forma más intensa a científicos y gestores. Obtienen datos de unas 130 variables diferentes que cubren una parte importante de la heterogeneidad espacial de Sierra Nevada. A partir de ahí “llevar a cabo estrategias adaptativas” es lo que más se necesita para afrontar el cambio climático, según explicó el jefe de sección de Ciencias Ecológicas y Biodiversidad y responsable del Programa Hombre y Biosfera de la Unesco, Thomas Schaaf, quien participó en Granada en unas jornadas que han congregado a unos 150 científicos.