Tenemos la inmensa fortuna de tener un Gobierno mágico. Tenemos la inmensa suerte de tener un Gobierno que es capaz de jugar con las dimensiones y modificarlas, cambiarlas, mutarlas, hacerlas inaccesibles al resto de los humanos. Tenemos la inmensa fortuna de tener un Gobierno capaz de hacer variar el tiempo y el espacio. Es la suerte que tenemos, y eso que no tenemos a Mr. Spock de presidente.
Nuestro presidente es más como de andar por casa (sobre todo si la casa está al lado de una estación de esquí). Pero lo más importante es tener un vicepresidente taumaturgo que, a la vez que en un tiempo récord se aprobaba una ley ad-hoc para Gran Scala, es capaz de decir muy serio que “pasar de las musas al teatro tiene su complicación“, es decir, que de la Ley de Montañas, ni hablar. Ley, que, por otra parte, está en el pacto de Gobierno, igual que la de Lenguas. Pacto, que, por otra parte, al señor Biel le parece innecesario cumplir y, lo peor, al señor Iglesias hacer cumplir.
Así que Aramón puede respirar tranquila. No habrá Ley de Montañas en esta legislatura. Ni tan siquiera la aparición de Biel en el sumario (no el de informativos, sino el de La Muela) altera la postura del vice. Aún hubo una semana en que estuvo preocupado, el hombre, pero ahora vuelve a su cinismo habitual que algunos alaban como “de viejo zorro”, pero que es el cinismo de un hombre que en más de 20 años ha dejado a Aragón dos veces en las comunidades de segunda fila, ha vendido el país a sus intereses y tiene atados ahora mismo al Gobierno de las dos instituciones más importantes de Aragón, su gobierno y el Ayuntamiento de Zaragoza. Ahí es nada. Un buen político, sí señor, pero ¿a qué precio para los aragoneses?.