Ninguna estación del Pirineo catalán habría podido abrir sus puertas esta temporada sin nieve artificial: en diez años, el número de cañones se ha duplicado, hasta alcanzar la cifra de 2.000. Consiguientemente, la factura energética se ha disparado
Las estaciones gastan la misma energía que la que consume una ciudad de 15.000 habitantes
La falta de nieve natural está obligando a las estaciones de esquí a abusar esta temporada de un lujo energético, como es el desmesurado gasto de electricidad que se necesita para hacer funcionar los cañones de nieve artificial. Las nueve estaciones de esquí alpino del Pirineo catalán que cuentan con cañones tienen contratados alrededor de 9.000 kilovatios de potencia, la misma energía que se necesita para abastecer una ciudad de 15.000 personas, teniendo en cuenta que una familia de cuatro miembros no pasa de los 2,5 kilovatios/ hora. La factura de luz que pagan algunos de estos complejos por la fabricación de nieve artificial puede acercase hasta los trescientos mil euros.
Sin cañones de nieve artificial ya no se es nadie, hoy en día, en el mundo del esquí. La prueba de ello ha llegado esta temporada – la peor de la última década por la falta de precipitaciones-, en la que ninguna estación del Pirineo habría podido abrir sus puertas sin esa nieve fabricada. Tavascan (Pallars Sobirà) es la única que no tiene cañones y está cerrada.
La innivación artificial es un invento que se estrenó en La Molina en 1985. Mucho ha nevado desde entonces y en la actualidad las estaciones utilizan el número de cañones que tienen en sus pistas como reclamo para atraer clientes, ya que esas máquinas son la mejor garantía para tener unas pistas en buenas condiciones. En los últimos diez años la mayoría de estaciones casi han doblado el número de cañones en sus complejos. De los 940 que había en 1996 se ha pasado a los 2.000 con los que se ha iniciado esta temporada. Ha sido una inversión millonaria en equipos – cada cañón cuesta alrededor de 10.000 euros, a los que hay que sumar la instalación y salas de máquinas-, y también ha supuesto que la factura de la luz se haya disparado. A lo largo de este proceso para innivar artificialmente las pistas, las estaciones se han visto obligadas a triplicar, en algunos casos, la potencia energética que tenían contratada, lo que después ha repercutido en el gasto eléctrico y la factura de la luz.
La nieve se produce creando una corriente de aire a gran velocidad que, unida a un caudal de agua que se lanza simultáneamente, produce una dispersión de ésta en pequeñas gotas. Al salir por el cañón, la temperatura debe ser de cero o menos grados, y con una humedad adecuada se consigue el mismo efecto que cuando cae la nieve de forma natural. Es una tecnología que funciona por compresión y considerada por los expertos un lujo energético por la gran cantidad de electricidad que precisa para los resultados deseados. La demanda de este tipo de equipos – que también son muy utilizados ya en otros destinos de esquí, como los Alpes, donde siempre había sobrado la nieve natural- ha hecho evolucionar la tecnología. Los cañones de ahora necesitan menos energía que los de hace un año para funcionar y se trabaja en conseguir máquinas que puedan fabricar nieve por encima de los cero grados para hacer frente al aumento de las temperaturas.
Por cada metro cúbico de nieve fabricada las estaciones pagan alrededor de 0,30 euros en gasto de energía. Baqueira Beret – la que más cañones tiene, 549- puede llegar a producir en una temporada 900.000 metros cúbicos, lo que traducido en dinero supone una factura de luz de 270.000 euros. Aquí hay que sumar los 0,10 euros que cobra la Agència Catalana de l´Aigua (ACA) por cada metro cúbico de agua – acumulada en balsas u obtenida en lagos- con el que se fabrican poco más de dos metros cúbicos de nieve. A los 2.000 cañones que hay en Catalunya hay que sumar otros 1.700 repartidos entre las estaciones del resto de España. En total son más de 280 kilómetros de pistas innivadas y para mantener cubierta de nieve cada hectárea de ese terreno se necesitan alrededor de 4.000 metros cúbicos de agua. Las ventajas de la nieve artificial, respecto a la natural, es que la primera tiene una densidad casi tres veces superior a la segunda y aguanta mucho mejor el paso de esquiadores o las condiciones climatológicas adversas, según explica Xavier Nolla, director de Masella.
Para algunos grupos conservacionistas, como Depana o Ecologistas en Acción, este despilfarro de energía y agua para la fabricación de nieve no tiene justificación. Lo que les pasa ahora a las estaciones, opinan estos ecologistas, es lo mismo que al pez que se muerde la cola. La falta de nieve en las estaciones incrementa la actividad de los cañones, eso aumenta el gasto energético y también las emisiones de CO que provocan 2 el calentamiento del planeta, lo que, a su vez, muchos ya relacionan con la falta de precipitaciones de nieve en invierno.
Desde las estaciones de esquí no se esconde que la factura de la luz se ha duplicado o incluso triplicado con la llegada de los cañones, pero se recalca, tal como indica Xavier Nolla, director de Masella, que lo que ellos acaban pagando sale muy barato a nivel global «ya que de esa nieve fabricada gracias a las millonarias inversiones hechas desde la empresa privada se acaban beneficiando todas las personas con negocios hoteleros o turísticos implantados en las comarcas del esquí».
Roberto Buil, director comercial de Baqueira-Beret, y Josep Messeguè, director de Port Ainè (Pallars Sobirà), coinciden, por su parte, al destacar los estrictos controles que hay en el proceso de fabricación de nieve artificial y las limitaciones que tienen que ponerse las mismas estaciones a la hora de poner en marcha los cañones. En años con tan poca nieve como éste los complejos necesitarían mucha más nieve artificial de la que van a poder fabricar. Obtener un permiso para colocar un nuevo cañón no es fácil y el agua limita mucho la producción, ya que si se gasta demasiada, se secan las balsas llenadas durante la primavera y verano en las mismas montañas donde están las pistas. En el caso de que se saque de lagos naturales, los perjuicios por un consumo de agua exagerado podrían ser ya mucho más graves.
Xavier Nolla recalca, por su parte, que los cañones funcionan principalmente de noche con la energía sobrante y aconseja a aquellos que consideran que las estaciones contribuyen al calentamiento del planeta con este extraordinario gasto energético que miren hacia la costa. «Gracias a esta nieve artificial nosotros generamos mucha riqueza en nuestro entorno. Por el contrario, cuando un temporal se lleva media playa en la costa es el Ministerio de Fomento el que acaba recuperando, con el dinero de todos, ese trozo de arena para favorecer al turismo».
Nolla añade que si la nieve artificial causara graves daños en el medio ambiente ya estaría prohibida. «Ahora mismo, lo que hacemos nosotros se hace igual en otros países como Suiza o Estados Unidos». Además, precisa el director de Masella, en España no se utiliza ningún aditivo para favorecer la fabricación de esa nieve como se hace en algunas estaciones del extranjero. En la factura que cobra el ACA a las estaciones por el consumo de esta agua para uso industrial no se incluye el gravamen de contaminación al descartarse que esta actividad cause daños en el medio ambiente. Ahora hay dos estaciones, Port del Comte (Solsonès) y Vallter 2000, que tienen pendientes de resolución expedientes para añadir nuevas captaciones de agua a sus cañones.
José Enrique Vázquez, socio de la empresa especializada en temas ambientales Bioquat, opina que las estaciones podrían compensar este lujo energético con la instalación en los complejos de sistemas de energías renovables.