Estar en contra de la expansión del esquí no significa en absoluto alegrarse por ese futuro aciago. Un futuro compartido en buena medida con el del alpinismo glaciar. Y citar la desaparición de estaciones de esquí o de lugares para escalar en nieve o hielo, tampoco implica entenderlo como lo más preocupante del cambio climático. Sabemos que mientras los gobiernos mercadean con sus cuotas de emisión de gases, se acabará el tiempo para mitigar cosas peores (ver nuestra serie del AIM-2002).
Volviendo al paisaje de la alta montaña, parece que el aviso de que un gran número de estaciones de esquí desaparecerán dentro de 30 a 50 años tiene una doble lectura. La del mundo conservacionista bien puede ser la que la Plataforma en Defensa de las Montañas de Aragón explicaba: «economía especulativa que a largo plazo puede fracasar» debido al cambio climático.
Sin embargo las iniciativas para nuevas estaciones de esquí aumentan. En este número informamos de otras dos. Una, en Sierra Nevada (ver Tribuna). Allí, la Federación de Montaña Andaluza en un nuevo ejemplo de saber cuál es su sitio como institución representativa de los montañeros, tal y como está reflejado en sus Estatutos, ya ha tomado posición. La FAM ya está denunciando maniobras para ampliar la estación de esquí granadina. O sea, también hay un «Andalumón».
Y también hay un «Sangloriomón», una empresa que cree en el «desarrollo sostenible» y en la «escrupulosidad ecológica» convirtiendo paisaje de alta montaña virgen en 80 kilómetros de pistas. Ecologistas en Acción ya mostró su oposición. De las Federaciones de Montaña afectadas, no hay noticia. Pero tampoco hay por qué dudar, por el momento, de que vayan a cumplir el artículo de los Estatutos donde se comprometen a «trabajar y colaborar en la protección del medio natural con el objetivo prioritario de preservarlo de acciones que modificquen su estado natural inicial…».
¿Tendrá que ver la amenaza del cambio climático con cada vez más proyectos? Al fin y al cabo, es la ONU quien dice que les quedan poco más de 30 años de tiempo para «beneficiar socieconómicamente» (perdón por el cinismo) a los pobladores del Pirineo, Cordillera Cantábrica, Sierra Nevada. Pasado su tiempo, alguien ya se ocupará de ganar dinero y de alegrarnos desmantelándolas, como ocurrió en Madrid con Valcotos, para volver a construir el paisaje.
Desmantelar sin más
ES lo que hizo alguien en algunos sectores de La Pedriza. Uno, el Miguel Ángel Blanco. En un foro, el que se dijo autor del desequipamiento contó que no le gustaba que se politizara la escalada. Resulta triste que elija desmantelar el Miguel Ángel Blanco concejal asesinado después de dos días de secuestro con crónica anunciada de su muerte para empezar a imponer su sentencia particular. Respecto de otros sectores, no sé cuál era el problema pero, aunque para una persona siempre resulte relativamente fácil destruir, siempre serán más numerosos quienes estarán dispuestos a seguir construyendo. ¡Y como le cojan…!
Por eso hubo un debate sobre los equipamientos y reequipamientos en la gran escuela madrileña. No se puede evitar que la discusión, equivalente a la que se pueda dar en cualquier lugar donde haya una tradición histórica de escalada y que siga vivo, resulte necesariamente compleja. Y necesariamente la Federación y su Comité pueden y deben intervenir, lo cual no significa que haya que temer (ni aceptar) imposiciones dictatoriales por su parte.
Poco a poco, se podría ir definiendo el entramado de vías de diferentes tipos e incluso subtipos. Por ejemplo, ¿no parece que dentro de las llamadas clásicas a menudo está mezclado el carácter histórico, la dificultad popular, las vías de referencia en su grado y tipo de compromiso, las que sirven para iniciarse en un tipo u otro de escalada…? Definir, debatir, consensuar lo que se valora más de cada una, elegir lo que se quiera o deba conservar de ella… intervenir en consecuencia… aguantar el chaparrón que vendrá… Bendito.