La DGA subvenciona a los colegios con la semana blanca, hace crecer el número de esquiadores y apoya la tendencia insostenible de la construcción de segundas viviendas y el éxodo masivo los fines de semana, vacaciones, Navidades, Semana Santa… ¡Viva el turismo de la nieve!
Se construyen y proyectan autovías para conectar y seguir promocionando este tipo de modelo de vida, se hacen necesarias las depuradoras y quizá lleguen pagadas por medioambiente en los próximos años. La ruina de los ayuntamientos por llevar servicios a las nuevas urbanizaciones tardará un poco más, pero eso… ¿a quién le importará?
Ahora se da un paso más con la aprobación del proyecto de Castanesa, poco parece conocer Aramón de la crisis de la construcción. Si hay pérdidas, las pagamos a escote en Aragón mientras la recalificación de los terrenos beneficiará a unas pocas personas del entorno de Marcelino Iglesias.
Alternativas a ese modelo de desarrollo y a ese modelo de vida, se pueden hacer con menos dinero. Las podemos dar, pero no hay voluntad política de que lleguen. Hay formas de invertir que vertebran el territorio, pero si nuestros impuestos se destinan a estos proyectos, otros más sostenibles y equilibrados se quedarán en el baúl de los sueños.
Poco les importa el cambio climático, porque la nieve sólo es la excusa para “marbellizar” el Pirineo. El paisaje y el modo de vida van a cambiar, no podemos mirar para otro lado mientras se destruye uno de los pilares de nuestra identidad.
Hay otra forma de lograr la felicidad que no pasa por un consumo exacerbado de los recursos, hay un punto intermedio que es el verdadero progreso: el disfrute de compartir el planeta entre hermanos sin poner en peligro la herencia de nuestros hijos.