El pasado 5 de marzo se declaró por decreto del primer ministro francés el Parque Natural Regional de los Pirineos Catalanes, tras ocho años de negociaciones. Con sus 138.000 has. se convierte en la superficie protegida más grande de la cordillera pirenaica, acogiendo 64 municipios, núcleos de población y centros turísticos de cierto impacto de las comarcas de la Cerdanya francesa, el Capcir y el Conflent, donde será una realidad el concepto de desarrollo sostenible.
El nuevo Parque nace con la declaración de intenciones de hacer compatibles las estaciones de esquí ya existentes con la conservación de la naturaleza.
Por otra parte, a este espacio protegido se unirá, en un futuro próximo, el ya proyectado Parque Natural Regional de l’Ariege, de unas 150.000 has. (10 veces el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido), lindante con el Parque Natural del Alt Pirineu y el Principado de Andorra.
La iniciativa francesa del otro lado de los Pirineos debería llevar a una reflexión a la Consejería de Medio Ambiente del Gobierno de Aragón, que dirige el regionalista Alfredo Boné (PAR), desde donde se racanea la protección a los espacios naturales del Pirineo de Huesca para dar carta blanca a la ampliación y creación de nuevas pistas de esquí como va suceder en unos días en el valle de Espelunciecha, al pie del Anayet.