Cuidados
La propuesta de intervención sobre Astún con vistas a la estación total ha modificado, con la velocidad propia de los hechos consumados, el mapa de los agentes locales y hace urgente esbozar una suerte cartografía donde poder situar los impactos del proyecto no sólo sobre el territorio, sino sobre todo el tejido social jacetano.
El esfuerzo del grueso de la Agenda 21 para instar una reconsideración del desmedido proyecto urbanístico en torno a la estación de esquí es notable pero el equilibrismo necesario para sostenerse en esta nueva composición de lugar parece siempre insuficiente. Por un lado, una institución de este tipo sólo puede operar a través de su apertura máxima, casi sin una identidad que le sirva de asidero, y, por supuesto, a través del consenso con las instituciones y los grupos políticos organizados en el medio. En eso se fundan tanto sus posibilidades internas de crecimiento como su influencia exterior.
Sin embargo, cualquier institución necesita ser eficaz y resultaría complicado que la Agenda 21 remontara la frustración producida por un incumplimiento tan directo de los acuerdos que se adoptaron con las Administraciones Locales. Así que no pueden sino movilizarse ante estas decisiones unilaterales y aprovechar así la oportunidad de enviar a todos los desapegados respecto a iniciativas como éstas el mensaje inequívoco de que este tipo de redes son simplemente imprescindibles.
Claro que, leído este mapa en clave de desapegos, los agentes políticos en el gobierno, impulsores del astunazo contra sus acuerdos con la Agenda 21, corren el riesgo de pagar el coste más alto al dilapidar el refresco de legitimidad que le otorgan estas redes de participación ciudadana. Y ése no parece el mejor balance para afrontar un contexto de crisis en que, elección tras elección a lo largo de todo el mundo, los equipos de gobierno están pagando los platos rotos y los que quedan por romper.
Sin embargo, quien más arrinconado se ve en este rediseño de posiciones es el propio país, que puede ver bloqueada una de sus instituciones de cuidado colectivo o, al menos, una que podría llegar a ser esto. En un contexto donde las antiguas redes comunitarias se diluyen y los referentes morales tradicionales sirven de poco, la necesidad de que la propia ciudadanía cuide de su territorio y amase su futuro con paciencia a través de estas redes de seguridad del siglo XXI es ineludible.
Ninguna solución milagrosa de multiplicación de los esquiadores y los peces puede cumplir esa función. Como muestra, puede verse cómo en los lugares que han sido abandonados por su propia ciudadanía ante los planes de los faraones todo esto se convierte pronto en material escabroso. Cuídense, por tanto.