Un paisaje histórico, el yacimiento de Numancia, en Soria; un enclave agrícola y pulmón verde de Valencia, l’Horta, y uno de los últimos valles vírgenes del Pirineo, el de Castanesa, afrontan los envites que plantean grandes complejos residenciales, deportivos y turísticos. Son enclaves emblemáticos que dentro de unos años podrían verse adulterados si prosperan diferentes proyectos.
Aramón promueve un gran complejo turístico en Castanesa, uno de los últimos valles habitados del Pirineo que todavía no han sido mordidos por el ladrillo. El proyecto prevé la ampliación de la pista de esquí de Cerler por Castanesa y, en una siguiente fase, la construcción de hoteles y apartamentos.
El Ayuntamiento de Montanuy, cuyas 17 pedanías se reparten en dos valles, el de Castanesa y el de Barrabés, aprobó en el 2008 la modificación del Plan General de Ordenación Urbana para posibilitar la construcción de 4.000 nuevas viviendas. Las hasta 2.500 previstas por Aramón están supeditadas a que se desarrolle la expansión de la estación de esquí, una obra en la que participará el arquitecto Norman Foster y que supone una inversión de 400 millones de euros en 20 años.
Naturaleza Rural, plataforma creada con el objetivo del blindar al valle del cemento, ha denunciado los planes de Aramón y del Ayuntamiento al considerar que se trata de un proyecto desmesurado para un valle donde viven menos de 300 personas. “Hemos puesto un recurso contencioso-administrativo contra el PGOU y otro contra el Proyecto de Interés General de Ampliación de Cerler”, cuenta Luis de Infanta, residente en Señiu y miembro de Naturaleza Rural. Desde Aramón defienden los beneficios que llevará el proyecto a una zona deprimida y confirman que el cambio de legislación, tras declararse la iniciativa de interés general, y la tramitación del estudio de impacto ambiental están retrasando las obras. La crisis inmobiliaria también ha contribuido a ralentizar los planes de Aramón.
Hasta ahora, el aislamiento y un estilo de vida basado en la ganadería han jugado a favor de conservar un valle que encarna la esencia del Pirineo histórico. Paisajes bucólicos salpicados únicamente de rebaños de vacas, ovejas y caballos y lo que queda de las viejas construcciones donde se resguardaban los pastores.
En el valle no hay ninguna tienda, sólo dos bares a los que los vecinos llegan, ahora, a bordo de imponentes todoterrenos; quizás el principal signo del dinero que ha dejado Aramón con la compra de terrenos. “Aquí han entrado más de doce millones de euros a una sesentena de familias: se ha construido alguna casa rural, y la gente se ha comprado cochazos de alta gama”, explica Luis de Infanta. Para el catedrático de Geografía Física de la UAM Eduardo Martínez de Pisón, se trata de un proyecto “agresivo” y de un “chantaje a los vecinos que no tienen otros recursos económicos”. Con el agravante de que Castanesa es una de las últimas joyas de los Pirineos.